Lección 1 Edición Adultos: “Parte de la familia de Dios” Para el 7 de Enero de 2023

Escuela Sabatica 2023, Primer Trimestre

Primer Trimestre de 2023

“Parte de la familia de Dios”

Lección 1 :- Para el 7 de Enero de 2023

Sábado 31 de diciembre

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Gálatas 3:26, 29; Salmo 50:10–12; 1 Crónicas 29:13, 14; Filipenses 4:19; 1 Juan 5:3; Mateo 6:19–21.

PARA MEMORIZAR:
“¡Miren qué gran amor nos ha prodigado el Padre, que seamos llamados hijos de Dios!” (1 Juan 3:1). Como cristianos, una característica asombrosa de nuestra relación con Dios es que él confía en nosotros para administrar sus asuntos en la Tierra. Al comienzo mismo de la historia humana, Dios delegó explícitamente en Adán y en Eva el cuidado personal de una Creación perfecta. (Ver Gén. 2:7–9, 15.) Desde ponerles nombre a los animales, cuidar el Jardín, hasta llenar la Tierra con hijos, Dios dejó en claro que debemos trabajar en nombre de él aquí.

Él también nos bendice con recursos, pero a nosotros nos encomendó administrarlos. Por ejemplo, recaudar fondos, emitir cheques, hacer transferencias electrónicas, confeccionar presupuestos o llevar nuestros diezmos y ofrendas a la iglesia los sábados de mañana… Dios nos anima a emplear los recursos que nos ha dado para nuestras necesidades, para las necesidades de los demás y para el avance de su obra. Y, aunque parezca increíble, Dios nos confió a nosotros la crianza de sus hijos, la construcción de sus edificios y la educación de las generaciones venideras. En el estudio de esta semana, exploraremos los privilegios y las responsabilidades de formar parte de la familia de Dios.

 

Domingo 1 de enero
SOMOS PARTE DE LA FAMILIA DE DIOS
“Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien toma nombre toda la familia de los cielos y la tierra” (Efe. 3:14, 15). ¿Qué imágenes se evocan en este versículo y qué esperanza encontramos aquí? Al principio del ministerio de Jesús, él declara: “Ustedes, pues, oren así: ‘Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre’ ” (Mat. 6:9). Más adelante, en privado, repite la misma oración a sus discípulos (Luc. 11:2). Jesús nos dijo que llamemos “Padre nuestro que estás en los cielos” a su propio Padre. Cuando Jesús se encontró con María después de su resurrección, ella quiso abrazarlo. “Jesús le dijo: ‘No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; sino ve a mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios’ ” (Juan 20:17). Como tenemos el mismo Padre que Jesús, él es nuestro Hermano, y todos somos hermanos en el Señor. Jesús se hizo miembro de la familia terrenal para que nosotros pudiéramos llegar a ser miembros de la familia celestial. “La familia del Cielo y la familia de la Tierra son una” (DTG 775).

Lee Éxodo 3:10; 5:1; y Gálatas 3:26 y 29. ¿Qué dicen estos versículos acerca de cómo se relaciona Dios con nosotros? ¿Por qué esto debería ser tan alentador? En contraste con una visión de la Creación en la que se nos considera meros productos de leyes naturales frías e indiferentes, las Escrituras enseñan no solo que Dios existe, sino además que nos ama y se relaciona con nosotros de una manera tan amorosa que las Escrituras a menudo utilizan la imagen de la familia para describir esa relación. Ya sea que Jesús llame “pueblo mío” a Israel, que a nosotros nos llame “hijos de Dios” o se refiera a Dios como “nuestro Padre”, la cuestión continúa siendo la misma: Dios nos ama de la manera en que se supone que los miembros de la familia se aman unos a otros. ¡Qué buenas noticias, en medio de un mundo que, de por sí, puede ser muy hostil!

 

Lunes 2 de enero
DIOS ES EL DUEÑO DE TODO
Lee Salmo 50:10 al 12; 24:1; 1 Crónicas 29:13 y 14; y Hageo 2:8. ¿Cuál es el mensaje? ¿Qué debería significar esta verdad para nosotros y cómo nos relacionamos con lo que poseemos? El libro de 1 Crónicas, a partir del capítulo 17, registra el deseo del rey David de construir una casa para Dios. Compartió este deseo con el profeta Natán, quien respondió: “Haz cuanto piensas en tu corazón, porque Dios está contigo” (1 Crón. 17:2). Pero esa noche Dios le habló a Natán y le ordenó que le dijera al rey que, por ser un hombre de guerra, no podría edificar la casa de Dios; su hijo haría el trabajo en su lugar. David preguntó si al menos podía trazar los planos y preparar los materiales de construcción. Cuando se le concedió esta petición a David, pasó el resto de su vida acumulando una enorme cantidad de piedra labrada, cedro, hierro, oro, plata y bronce “sin medida”. Cuando todos los materiales de construcción estuvieron preparados y ensamblados en el lugar de construcción, David reunió a todos los dirigentes de Israel para una ceremonia de alabanza y acción de gracias.

En 1 Crónicas 29:13 y 14, en la oración pública del rey David, ¿cuál dijo él que era la verdadera Fuente de todos los materiales de construcción en los que él y el pueblo habían invertido tiempo y dinero en preparar? Por supuesto, básicamente dijo al Señor: “Realmente no podemos atribuirnos el mérito por todos estos materiales especiales porque solo te estamos devolviendo lo que es tuyo”. Este tema es importante para todos nosotros, seamos ricos o pobres (pero especialmente los ricos). Debido a que Dios hizo todo en el principio (ver Gén. 1:1; Juan 1:3; Sal. 33:6, 9), él es verdaderamente el dueño legítimo de todo lo que existe, incluyendo todo lo que poseemos, sin importar con cuánto esmero y honestidad hayamos trabajado para ello. Si no fuera por Dios y su gracia, no tendríamos nada, no seríamos nada; por cierto, ni siquiera existiríamos. Por lo tanto, siempre debemos vivir reconociendo que, en última instancia, Dios es el dueño de todo lo que existe, y al alabarlo y agradecerle por su bondad hacia nosotros, podemos recordar esta importante verdad.

 

Martes 3 de enero
RECURSOS DISPONIBLES PARA LA FAMILIA DE DIOS
El regalo más grande de Dios para sus hijos es Jesucristo, quien nos trae la paz del perdón, la gracia para el diario vivir y el crecimiento espiritual, y la esperanza de la vida eterna. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Juan 3:16). “Pero a cuantos lo recibieron les dio el derecho (el poder) de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre” (Juan 1:12; énfasis añadido). La salvación, entonces, es el don primordial porque, sin este don, ¿qué más podríamos recibir de Dios que realmente importe a la larga? Más allá de lo que tengamos aquí, un día moriremos y dejaremos de existir, al igual que todos los que alguna vez nos recordaron, y cualquier cosa buena que hayamos hecho también pasará al olvido. Ante todo, pues, debemos tener el don del evangelio; es decir, a Cristo y a este crucificado, siempre en el centro de todos nuestros pensamientos (1 Cor. 2:2).

Y no obstante, junto con la salvación, Dios nos da mucho más. A los que estaban preocupados por la comida y la ropa, Jesús les ofreció consuelo: “Busquen primero el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas” (Mat. 6:33). Lee Salmo 23:1; 37:25; y Filipenses 4:19. ¿Qué dicen estos versículos acerca de la provisión de Dios para nuestras necesidades diarias? Además, cuando Jesús dijo a sus discípulos que se iría, les prometió el don del Espíritu Santo para consolarlos. “Si me aman, guardarán mis mandamientos; y yo rogaré al Padre, para que les dé otro Consolador que esté con ustedes siempre, al Espíritu de verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce. Pero ustedes lo conocen, porque está con ustedes y estará en ustedes” (Juan 14:15–17). “Él los guiará a toda la verdad” (Juan 16:13). Entonces, el Espíritu mismo da asombrosos dones espirituales a los hijos de Dios. (Ver 1 Cor. 12:4–11.)

En resumen, el Dios en quien “vivimos, y nos movemos, y existimos” (Hech. 17:28), el Dios que “da a todos vida, aliento y todas las cosas” (Hech. 17:25), nos ha dado la existencia, la promesa de la salvación, bendiciones materiales y dones espirituales a fin de ser una bendición para los demás. En otras palabras, independientemente de las posesiones materiales que tengamos, los dones o los talentos con los que hayamos sido bendecidos, nos debemos en todo sentido al Dador por la manera en que utilizamos esos dones.

 

Miércoles 4 de enero
RESPONSABILIDADES DE LOS MIEMBROS DE LA FAMILIA DE DIOS
Todos disfrutamos de las bendiciones y los dones espirituales y temporales que Dios nos da. Qué reconfortante es saber también que somos “parte de la familia”. Lee Deuteronomio 6:5 y Mateo 22:37. ¿Qué significa esto y cómo hacerlo? ¿Cómo amar a Dios con “todo tu corazón, con toda tu alma y toda tu mente” (Mat. 22:37)? Curiosamente, la Biblia nos da la respuesta, y no es lo que la mayoría de la gente espera. Lee Deuteronomio 10:12 y 13 y 1 Juan 5:3. Bíblicamente hablando, ¿cuál es la respuesta apropiada en nuestra relación de amor con nuestro Padre celestial? ¿Guardar la Ley? ¿Obedecer los mandamientos? Para muchos cristianos, lamentablemente, la idea de obedecer la Ley (especialmente el cuarto Mandamiento) es legalismo, y sostienen que simplemente somos llamados a amar a Dios y al prójimo como a nosotros mismos. Sin embargo, Dios es claro: revelamos nuestro amor a Dios y al prójimo cuando obedecemos sus mandamientos. “En esto consiste el amor de Dios: en que guardemos sus mandamientos” (1 Juan 5:3). Estamos acostumbrados a ver en este versículo que porque amamos a Dios, por lo tanto, guardamos sus mandamientos. Está bien. Pero quizá también podamos leerlo como “este es el amor de Dios”, es decir, conocemos y experimentamos el amor de Dios al guardar sus mandamientos.

En Mateo 7:21 al 27, Jesús dijo que los que oyen y practican las palabras de Dios son como un constructor sabio que edificó su casa sobre roca sólida. A los que escuchan pero no obedecen se los compara con un constructor necio que edificó su casa sobre la arena, con resultados desastrosos. Ambos oyeron la palabra; uno obedeció, el otro no. Los resultados marcaron la diferencia entre la vida y la muerte.

 

Jueves 5 de enero
TESOROS EN EL CIELO
“No acumulen tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido corroen, y los ladrones socavan y roban. Sino acumulen tesoros en el cielo, donde ni polilla ni óxido corroen, ni ladrones destruyen ni roban. Porque donde esté el tesoro de ustedes, allí estará también su corazón” (Mat. 6:19–21). ¿De qué verdades cruciales habla Jesús aquí? ¿Quién no ha leído una historia tras otra de gente que acumuló una gran riqueza y por algún motivo la perdió? Nuestro mundo es un lugar muy inestable: guerras, crímenes, violencia, desastres naturales; en cualquier momento puede pasar algo y arrebatarnos todo lo que hemos conseguido trabajando, aunque lo hayamos ganado en forma honesta y leal. Así también, en un momento llega la muerte, y por ende estas cosas se vuelven inútiles para nosotros. Por supuesto, las Escrituras nunca nos dicen que está mal ser rico ni amasar riquezas; en estos versículos Jesús nos advierte que mantengamos todo en perspectiva.

Sin embargo, ¿qué significa hacer tesoros en el Cielo? Significa poner a Dios y su causa (no el hacer dinero) en primer lugar en nuestra vida. Entre otras cosas, significa usar lo que tenemos para la obra de Dios, para el avance de su Reino, para trabajar en favor de los demás y para ser una bendición para los demás. Por ejemplo, cuando Dios llamó a Abram, concibió usar a Abram y su familia para bendecir a todas las familias de la Tierra. Dios le dijo a Abraham, quien “fue llamado amigo de Dios” (Sant. 2:23): “Yo haré de ti una gran nación. Te bendeciré, engrandeceré tu nombre, y serás una bendición. Bendeciré a los que te bendigan, y a los que te maldigan maldeciré. Y por medio de ti serán benditas todas las familias de la tierra” (Gén. 12:2, 3). “Así, los que viven por la fe son benditos con el creyente Abraham” (Gál. 3:9, énfasis añadido). A nosotros se nos presenta el mismo desafío que se le presentó a él.

“El dinero tiene gran valor porque puede hacer mucho bien. En manos de los hijos de Dios es alimento para el hambriento, bebida para el sediento y ropa para el desnudo. Es una defensa para el oprimido y un medio para ayudar al enfermo. Pero el dinero no es de más valor que la arena a menos que sea usado para satisfacer las necesidades de la vida, bendecir a otros y hacer progresar la causa de Cristo” (PVGM 286).

 

Viernes 6 de enero
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
“El corazón de Dios suspira por sus hijos terrenales con un amor más fuerte que la muerte. Al dar a su Hijo, nos ha vertido todo el Cielo en un don. La vida, la muerte y la intercesión del Salvador, el ministerio de los ángeles, las súplicas del Espíritu Santo, el Padre que obra sobre todo y a través de todo, el interés incesante de los seres celestiales; todos están empeñados en beneficio de la redención del hombre” (CC 18). “Si has renunciado al yo y te has entregado a Cristo, eres miembro de la familia de Dios, y todo cuanto hay en la casa del Padre es tuyo.

Se te ofrecen todos los tesoros de Dios, tanto en el mundo actual como en el venidero. El ministerio de los ángeles, el don de su Espíritu, las labores de los siervos; todo es para ti. El mundo, con cuanto contiene, es tuyo en la medida en que pueda beneficiarte” (DMJ 103).

 

PREGUNTAS PARA DIALOGAR:

  1. Con todos estos maravillosos dones que Dios da a sus hijos, nos vemos obligados a preguntar, como lo hizo el salmista: “¿Qué pagaré al Señor por todos sus beneficios hacia mí?” (Sal. 116:12). Haz una lista de las bendiciones y los dones de Dios para ti en tu vida espiritual y temporal, y prepárate para compartirla con la clase. ¿Qué te enseña esto acerca de lo agradecido que deberías estar con Dios?
  2. Además de ser justo que pensemos que Dios es nuestro Creador, las Escrituras enseñan vez tras vez que también es nuestro Sustentador. (Ver Heb. 1:3; Job 38:33–37; Sal. 135:6, 7; Col. 1:17; Hech. 17:28; 2 Ped. 3:7.) Desde las galaxias del cosmos, pasando por las fuerzas que mantienen unidas las estructuras atómicas que componen toda la materia conocida, hasta el latido de nuestro corazón, es solo el poder sustentador de Dios el que mantiene todo esto en existencia. ¿Cómo debería ayudarnos esta verdad bíblica a comprender cuáles son nuestras obligaciones hacia Dios, en términos de cómo usamos lo que él nos ha dado? ¿Cómo nos ayuda esta realidad a mantener nuestra vida, y el propósito de nuestra vida, en la perspectiva adecuada?
  3. La lección menciona que, de todo lo que Dios nos ha dado, Jesús y el plan de salvación son el regalo más grande de todos. ¿Por qué es así? ¿Qué sería de nosotros si no tuviéramos eso y la gran esperanza que nos ofrece? Un escritor ateo describió a la humanidad como nada más que “trozos de carne en descomposición sobre huesos que se desintegran”. ¿Por qué estaría en lo cierto, si no fuese por el don del evangelio?
Radio Adventista
1 comment… add one
  • Quisoera poder descargar la Clase

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