Lección 01 Edición Adultos. 4to Trimestre – La fórmula del éxito – Sábado 4 de Octubre 2025

Sábado, Septiembre 27

La fórmula del éxito

Lee para el estudio de esta semana

Deuteronomio 18: 15-22; Josué 1; Hebreos 6: 17, 18; Efesios 6: 10-18; Salmo 1: 1-3; Romanos 3: 31.

Para memorizar
«Solamente esfuérzate y sé muy valiente para hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó. No te apartes de ella ni a la derecha ni a la izquierda, para que seas prosperado en todo lo que emprendas» (Jos. 1: 7).

En cierta ocasión, Benjamin Zander, director musical de la Orquesta Filarmónica de Boston, impartía una clase de interpretación musical cuando observó que sus alumnos sentían mucha ansiedad ante las evaluaciones de sus interpretaciones. Para tranquilizarlos y estimular todo su potencial, anunció el primer día de clase que todos obtendrían una nota sobresaliente. Esa calificación no era una meta que debían alcanzar, sino una posibilidad que debían experimentar. El único requisito era que al comienzo del semestre de clases los alumnos escribieran una carta fechada como si hubiera sido redactada al final del cursado, en la que debían explicar por qué merecían esa nota elevada.

El libro de Josué trata acerca de nuevas posibilidades. Moisés, quien había sobresalido durante cuarenta años de la historia de Israel, era parte del pasado. El Éxodo de Egipto y el recorrido por el desierto, trágicamente marcado por la rebelión y la obstinación, habían terminado. Una nueva generación, dispuesta a obedecer a Dios, estaba lista para entrar en la Tierra Prometida. No se trataba de una expectativa que debían cumplir, sino de una experiencia que estaban llamados a vivir.

Analicemos la manera en que Dios inauguró un nuevo capítulo en la vida de Israel y cómo puede hacer lo mismo en la nuestra.

 

Domingo, Septiembre 28

Un nuevo Moisés

Lee Deuteronomio 18: 15-22 y Josué 1: 1-9. ¿Por qué es significativo que el libro de Josué comience haciéndose eco de una promesa relacionada con lo que sucedería tras la muerte de Moisés?

Aunque Moisés había muerto y un nuevo líder, Josué, había sido nombrado por Dios, existen paralelismos entre ellos. Dios había dicho a ambos que conducirían a su pueblo a la tierra que fue prometida a sus padres. El Señor dijo a Josué: «Como prometí a Moisés, les he entregado a ustedes todo lugar que pise la planta de su pie» (Jos. 1: 3). Josué terminaría la obra que había sido originalmente encomendada a Moisés. Era, en realidad, un nuevo Moisés.

Lee Éxodo 33: 11; Números 14: 6, 30, 38; 27: 18; 32: 12; Deuteronomio 1: 38; 31: 23; y 34: 9. ¿Qué dicen estos textos sobre Josué?

La promesa de que Dios «levantaría» un profeta semejante a Moisés (Deut. 18: 15) no se había hecho aún realidad. Las palabras iniciales del libro de Josué recuerdan al lector esta promesa y, al mismo tiempo, crean la expectativa de verla cumplida.

Aunque muerto, Moisés sigue dominando el primer capítulo. Su nombre es mencionado allí diez veces, mientras que el de Josué solo cuatro. Moisés es llamado «siervo del Señor», mientras que Josué es el «ayudante de Moisés» (Jos. 1: 1). Josué necesitará toda una vida de servicio fiel y obediencia para recibir el título de «siervo del Señor» (Jos. 24: 29).

Aunque el primer capítulo de Josué registra la transición entre dos grandes líderes de Israel, el personaje más importante es el propio Señor, cuyas palabras dan inicio al libro y cuya conducción es el tema dominante. No hay dudas acerca de quién era el verdadero líder de Israel.

A lo largo de los siglos, Dios ha llamado a hombres y mujeres para dirigir a su pueblo. ¿Por qué es crucial recordar quién es el verdadero Líder invisible de la iglesia?

 

Lunes, Septiembre 29

¡Pasa! ¡Posee! ¡Reparte! ¡Sirve!

Lee Josué 1. ¿Qué podemos aprender acerca de la estructura del libro a partir de este capítulo inicial?

El primer capítulo de Josué sirve de introducción a todo el libro y comprende cuatro discursos que corresponden a las secciones principales del documento: la travesía (Jos. 1: 2-9), la conquista (Jos. 1: 10, 11), la distribución de la tierra (Jos. 1: 12-15) y el servicio mediante la obediencia a la ley (Jos. 1: 16-18).

El libro de Josué puede interpretarse como una serie de iniciativas divinas en las que Dios le encomienda a Josué una tarea específica relacionada con la conquista de Canaán. Todas ellas se reconocen más adelante en el libro tras su conclusión exitosa.

Finalmente habrían de cumplirse las promesas de Dios relacionadas con la ocupación de la tierra. A partir de entonces, la responsabilidad de conservarla estaría en manos de los israelitas, y ello solo sería posible mediante la fe verdadera y la obediencia resultante de esa fe.

Las iniciativas divinas que se expresan en los verbos «pasar», «poseer» y «repartir» son adecuadamente respondidas por la obediencia del pueblo, que deriva de la iniciativa final de Dios: el servicio.

El libro de Josué consta de cuatro secciones principales, cada una caracterizada por un concepto específico que se expresa a través de la presencia dominante de una palabra hebrea:

Pasar (Jos. 1: 1-5: 12)
Poseer (Jos. 5: 13-12: 24)
Repartir (Jos. 13: 1-21: 45)
Servir (Jos. 22: 1-24: 33)

De esta manera, la estructura misma del libro transmite su mensaje principal: Las iniciativas de Dios no se realizan automáticamente, sino que requieren la respuesta fiel de su pueblo. Es decir, en vista de todo lo que Dios ha hecho por nosotros, incluyendo lo que nosotros no podemos hacer, somos llamados a realizar lo que sí podemos: obedecer a Dios poniendo por obra lo que nos ordena. Esto ha sido siempre así a lo largo de la historia sagrada, y también en el presente. Por ejemplo, la representación del pueblo de Dios de los últimos tiempos en Apocalipsis 14: 12 transmite la misma idea: la fe en lo que Dios ha hecho por nosotros conduce a la obediencia.

Piensa en algunas de las promesas de la Palabra de Dios que más aprecias. ¿Qué tipo de respuesta requieren de tu parte para que se hagan realidad?

 

Martes, Septiembre 30

Herederos de las promesas

En Josué 1: 2 y 3, el Señor le dice a Josué y al pueblo que les está dando la tierra. Por otra parte, dice que ya se la ha entregado. ¿Qué significa esto?

La tierra era un regalo del Señor, su verdadero Dueño. En Josué 1: 2 y 3 se utilizan dos formas diferentes del verbo «dar» que reflejan dos aspectos significativos de la recepción de la tierra como heredad. La primera forma expresa el proceso de la concesión de la tierra. Solo los territorios de un lado del Jordán habían sido ocupados por Israel. La mayor parte de la Tierra Prometida aún no estaba en posesión de ellos.

En Josué 1: 3, el verbo es utilizado en su forma perfecta, dando así la impresión de que la tierra ya les había sido entregada. Cuando Dios es el sujeto de tales acciones, la forma verbal usada se conoce como «perfecto profético», pues lo que él promete en su Palabra es un hecho garantizado en el que se puede confiar como si ya fuera una realidad presente, realizada.

Los pronombres en plural del versículo 3, «ustedes» y «su», muestran que la promesa estaba dirigida no solo a Josué, sino a todo el pueblo de Israel. La referencia a la promesa dada a Moisés transmite la continuidad del proyecto de Dios.

Por otra parte, la palabra kol, «todo», aparece numerosas veces en el primer capítulo. Su presencia reiterada expresa la totalidad y la integridad cruciales para alcanzar el objetivo puesto ante Josué. Era necesaria una alineación perfecta entre Dios, Josué y el pueblo de Israel para asegurar el éxito en la conquista de la Tierra Prometida.

Lee Josué 1: 4-6 y Hebreos 6: 17, 18. En aquel momento, la Tierra Prometida era exactamente eso, una promesa. Sin embargo, Dios la llama «herencia». ¿Qué significa ser herederos de las promesas de Dios?

Las promesas de Dios no tienen nada de mágico. No tienen el poder de asegurar por sí mismas su propio cumplimiento. La garantía de que se harán realidad reside en la presencia de Dios, quien asegura: «Estaré contigo». De hecho, la presencia del Señor fue crucial para la supervivencia de Israel. Sin ella, no habrían sido más que una entre muchas naciones, sin un llamado, una identidad ni una misión especiales (Éxo. 33: 12-16). La presencia del Señor era todo lo que Josué necesitaba para triunfar.

Nada ha cambiado. Por eso tenemos la promesa de Jesús que se encuentra en Mateo 28: 20.

 

Miércoles, Octubre 01

¡Esfuérzate y sé valiente!

Lee Josué 1: 7-9. ¿Por qué el Señor instó dos veces a Josué a esforzarse y ser valiente?

La tarea que Josué tenía por delante implicaba desafíos abrumadores. Las murallas de las ciudades cananeas parecían inexpugnables y la población de la tierra estaba entrenada para la guerra. A diferencia de ello, los israelitas, simples nómades, no poseían siquiera las máquinas de guerra más primitivas para enfrentarse a las murallas fortificadas. Según los registros históricos, ni siquiera Egipto, la superpotencia de aquellos tiempos, fue capaz de afianzarse en Canaán.

No obstante, el llamado a esforzarse y ser valiente no se relaciona aquí solo con la moral para la batalla o con las estrategias bélicas. El valor y la fortaleza eran necesarios para permanecer fieles a la Torá y a sus requisitos específicos, que definían el pacto de Israel con Dios.

Lee Efesios 6: 10-18. Aunque hoy no se requiere de nosotros que participemos en acciones bélicas, ¿cómo podemos aplicar las palabras de aliento dadas a Josué en nuestras luchas espirituales cotidianas?

Los cristianos se enfrentan hoy a desafíos similares a los de Josué en el cumplimiento de la misión que Cristo les ha encomendado; es decir, se les exige que libren una guerra contra sus propias tendencias pecaminosas, contra los principados, potestades y gobernantes de las tinieblas de este mundo y contra las fuerzas de la maldad. Como Josué, también cuentan con la promesa tranquilizadora de la presencia de Cristo: «Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo» (Mat. 28: 20). Así como la presencia sustentadora del Señor fue suficiente para contrarrestar los temores de Josué, también debería serlo para desterrar nuestras dudas y ansiedades.

Nuestro desafío es conocer al Señor lo suficiente como para confiar en él y en las promesas que nos ha hecho. De allí que lo que más necesitamos es esa relación personal con él.

La pregunta crucial para nosotros hoy no es diferente de la que se planteó Josué. ¿Cómo podemos permanecer fieles a lo que dice la Palabra de Dios, incluso cuando eso resulte impopular o nos saque de nuestra zona de comodidad?

 

Jueves, Octubre 02

Próspero y exitoso

Lee Josué 1: 7-9 junto con Génesis 24: 40 y Salmo 1: 1-3. Sobre la base de estos textos, ¿qué significa ser próspero y tener éxito?

El término hebreo tsalaj, traducido como «prosperarás» (Jos. 1: 8), implica el cumplimiento satisfactorio de lo planificado o un conjunto de circunstancias favorables. El verbo sakal, traducido «te saldrá bien» (Jos. 1: 8), pero que literalmente significa «ser sabio», puede también traducirse como «prosperar» o «tener éxito», «ser prudente» o «actuar con sabiduría». Aparece con frecuencia en Job, Proverbios y Salmos, donde la noción de éxito está estrechamente ligada al hecho de actuar con prudencia, respetando a Dios y obedeciendo su Palabra.

Según esta perspectiva, el éxito no se define necesariamente como prosperidad material, aunque no la excluye, sino que consiste en un estado de armonía con los valores y principios espirituales que constituyen el fundamento del mundo creado por Dios y que se expresan en su ley.

De hecho, la confianza en las promesas de Dios, especialmente la de la salvación solo por la fe y la de la habilitación divina para obedecer su ley, no se oponen entre sí, sino que representan los dos lados de una misma moneda.

Lee Romanos 3: 31. ¿Qué dice este texto acerca de la relación entre la ley y la fe?

Pretender que la fe en la muerte expiatoria y sacrificial de Jesús en nuestro favor está en contra de la obediencia a la Ley de Dios es establecer una dicotomía falsa y peligrosa. La ley y la gracia siempre van juntas. Solo una comprensión superficial del papel de la ley puede llevar a percibirla como opuesta a la gracia.

Los escritores del Antiguo Testamento tenían en gran estima la ley y la consideraban una fuente de deleite (Sal. 1: 2; 119: 70, 77, 174). Correctamente considerada y utilizada, la ley conduce a una comprensión más profunda de la propia pecaminosidad (Rom. 7: 7) y de nuestra necesidad de la justicia de Cristo (Gál. 3: 24).

Por mucho que intentes guardar la Ley de Dios mediante su gracia, ¿cómo te ha mostrado tu propia experiencia tu necesidad de la justicia de Cristo?

 

Viernes, Octubre 03

Para estudiar y meditar

Lee lo que Elena G. de White dice en las páginas 457 y 458 del capítulo «El cruce del Jordán» del libro Patriarcas y profetas, y en las páginas 149 y 150 del capítulo «La entrada en la Tierra Prometida» en Historia de la redención.

«En sus promesas y amonestaciones, Jesús se dirige a mí. Dios amó de tal manera al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que, creyendo en él, yo no perezca, sino que tenga vida eterna. Lo experimentado según se relata en la Palabra de Dios ha de ser lo que yo experimente. La oración y la promesa, el precepto y la amonestación, son para mí. […] A medida que la fe recibe y se asimila así los principios de la verdad, vienen a ser parte del ser y la fuerza motriz de la vida. La Palabra de Dios, recibida en el alma, amolda los pensamientos y participa en el desarrollo del carácter» (Elena G. de White, El Deseado de todas las gentes, p. 360).

«No hay nada que necesite ser considerado con más fervor, repetido con más frecuencia o establecido con más firmeza en la mente de todos, que la imposibilidad de que el ser humano caído pueda hacer mérito alguno por sus propias obras, no importa cuán buenas estas sean. La salvación es solamente por fe en Cristo Jesús» (Elena G. de White, Fe y obras, p. 22).

Preguntas para dialogar:

¿Qué principios espirituales útiles para nuestra vida podemos extraer de la experiencia de Josué a pesar de las diferencias entre nuestras circunstancias y las suyas? No obstante, ¿por qué debemos tener siempre presente el contexto original de lo registrado en la Biblia cuando tratamos de establecer analogías?

Analiza la relación existente entre las promesas de Dios y nuestra obediencia a él. ¿Cómo se complementan? ¿Cuáles son los peligros de hacer demasiado hincapié en la ley en detrimento de la gracia y viceversa?

Basándote en la lección de esta semana, ¿cómo definirías el éxito desde una perspectiva bíblica? ¿Qué lugar ocupa la prosperidad en una definición cristiana del éxito?

Imagina cómo se sintió Josué al tener que suceder a Moisés. ¿Qué promesa le hizo Dios que seguramente lo sostuvo en medio de sus grandes responsabilidades (ver Jos. 1: 5)?

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