Jonathan Gallagher Lección 8. – El pacto en el Sinaí (3T 2025 El Éxodo de Egipto)

Lección 8. El pacto en el Sinaí (3T 2025 El Éxodo de Egipto)

Textos bíblicosÉxodo 19:1–20:17,Apoc. 21:3, Deut. 5:6–21, James 1:23–25, Rom. 3:20– 24, Rom. 10:4.

Citas

  • 1.- Mientras la narrativa de la Pascua [en Éxodo] impulsa la imaginación de Israel hacia la justicia, el arduo trabajo de Israel para implementar ese escenario imaginativo se realizó en el Monte Sinaí. […] El difícil trabajo de Moisés en el Sinaí es transformar la visión narrativa del Éxodo en una práctica social sostenible que tenga poder institucional, credibilidad y autoridad. Walter Brueggemann
  • 2.- Sabe que el mundo es como el Monte Sinaí, y nosotros, como Moisés, somos buscadores; en cada momento llega una epifanía y parte la montaña en dos.  Rumi
  • 3.- Dios puede tronar Sus mandamientos desde el Monte Sinaí y los hombres pueden temer, y aun así permanecer en el fondo tal como eran antes. Pero si un hombre ve a su Dios en la arena como un Hombre —sufriendo, tentado, sudando, agonizante, muriendo finalmente como un criminal—, será un hombre muy endurecido el que no se conmueva. J.B. Phillips
  • 4.- El Monte Sinaí es el lugar donde Dios hace un pacto con el pueblo de Israel. Dios se manifiesta, habla e instruye a los israelitas sobre cómo sería seguir a Dios para ellos y sus descendientes. Amanda Idleman
  • 5.- El hombre ha hecho 32 millones de leyes desde que se entregaron los Mandamientos a Moisés en el Monte Sinaí… pero nunca ha mejorado la ley de Dios. Cecil B. DeMille
  • 6.- El dolor es el Monte Sinaí. Si uno lo desea, puede subir y hablar con Dios cara a cara. Henry Ward Beecher

Para debatir
¿Por qué Dios tiene que mostrarse tan intimidante en el monte Sinaí? ¿Cuál es el peligro de obtener obediencia mediante una demostración de poder? ¿Cuál es el “componente” humano en este pacto? ¿Cómo encaja la experiencia del monte Sinaí con la descripción de Dios en el Nuevo Testamento? En el contexto de la situación, ¿podría Dios haber actuado de otra manera?

Resumen bíblico
Éxodo 19:1–20:17 marca el inicio de la experiencia de Israel en el monte Sinaí y la entrega de los Diez Mandamientos. Cabe destacar que la intención original de Dios era que todo el pueblo subiera al monte (19:13). Apocalipsis 21:3 promete que Dios será el Dios de su pueblo. Deuteronomio 5:6–21 presenta el otro resumen de los Diez Mandamientos. Santiago 1:23–25 se refiere a la ley de la libertad. Romanos 3:20–24 describe cómo Dios nos hace justos por medio de Jesús, el regalo que trae paz. “Cristo es el cumplimiento de la ley. Todos los que confían en él son hechos justos.” —Romanos 10:4.

Comentario
La Enciclopedia Británica llama al pacto del Sinaí un “pacto condicional.” Dios establece cómo deben comportarse los israelitas, incluyendo los Diez Mandamientos. Y los israelitas aceptan. ¿Hasta qué punto este pacto es “contractual”? La situación era problemática. Los que participaron en el Éxodo eran una “multitud mixta”, como dice la Reina-Valera en Éxodo 12:38. Tenían mucho que aprender: esclavos liberados, egipcios y otros.
Moisés intentaba guiar al pueblo. Pero seguían quejándose y no hacían lo correcto. Por eso necesitaban reglas, y que se les dijera que obedecieran. Para captar su atención, el pueblo necesitaba escuchar un “grito” fuerte. No estaban prestando mucha atención a Moisés, así que ese “grito” tenía que ser algo dramático y sobrenatural. El pueblo estaba acampado al pie del monte Sinaí. Dios hizo temblar el monte, que se cubrió de humo con relámpagos. Al ver esto, el pueblo se llenó de terror. Entonces estuvieron listos para escuchar.
¡Y nosotros también lo estaríamos! Si estuviéramos al pie de una montaña que humea, con truenos y relámpagos, ¡seguro que no estaríamos charlando con nuestros amigos! Estaríamos preguntándonos qué está por suceder.
El pueblo tenía miedo. Pero Moisés no. ¿Por qué no? Presumiblemente, él entendía por qué estaba ocurriendo todo esto. Si has tenido una experiencia positiva con alguien a quien conoces bien, y esa persona empieza a gritar, sabrás que lo hace por una buena razón. Moisés conocía al Dios a quien seguía, y sabía que no era como una deidad pagana. Sabía que todo ese estruendo era solo para que el pueblo dejara de hacer lo que estaba haciendo y escuchara lo que necesitaba oír.
En medio del humo, el trueno, los relámpagos y los destellos del monte Sinaí, Dios demostró su presencia y se encontró con su pueblo. Y cuando Moisés descendió del monte, su rostro brillaba con la gloria reflejada de haber estado con Dios. Dios había puesto límites al pueblo, diciéndoles que no tocaran el monte, pero en realidad había planeado que todos subieran a encontrarse con Él. Pero estaban demasiado asustados, y le dijeron a Moisés que lo hiciera por ellos.
Al igual que los hijos de Israel en el monte Sinaí, podemos ser llevados al respeto y obediencia por temor, diciendo: “Todo lo que el Señor diga, haremos.” Pero una vez que el miedo se desvanece, también nosotros podemos “levantarnos a jugar”, como hicieron los israelitas—¡en su caso, con una orgía de fertilidad alrededor de un becerro de oro! A lo largo de las edades, Dios se ha enfrentado al dilema de que solo mediante una muestra de poder puede convencer a las mentes humanas endurecidas de su superioridad; y luego, habiendo hecho esto, los seres humanos esperan poder manipular ese poder divino. Israel estaba reunido al pie del monte Sinaí. Una congregación variada, ya harta de su experiencia con Dios hasta ese momento. (De algún modo, el milagroso cruce del Mar Rojo ya se les había borrado de la memoria). Así que Dios hace temblar la montaña. El suelo se estremece bajo sus pies, ven el fuego y el humo. ¡Qué demostración tan impresionante de poder! Y están adecuadamente aterrorizados. Tanto, que le dicen a Moisés que él hable con Dios, pues están convencidos de que, si ese Dios tan poderoso les habla directamente, morirán. Dios tiene a su pueblo justo donde quiere: atentos, escuchando su voz. Moisés sube al monte. ¿Y qué pasa? Los israelitas deciden que se ha perdido… y se ponen a “celebrar en serio.” No se trataba de una actividad social piadosa, sino de una orgía desenfrenada al estilo de los ritos de fertilidad paganos. Así de fugaz es el efecto del poder: dura solo lo que dura el miedo inducido por él.
En el Sinaí, el pueblo aterrorizado prometió hacer todo lo que Dios decía. Después del castigo, prometieron aún más. Nosotros también actuamos muchas veces de esta manera. Vivimos nuestras vidas como queremos, dejando a Dios fuera del cuadro. Cuando Él nos llama de vuelta—y a veces con dolor—hacemos promesas parecidas. Nos asombramos con su poder, nos asusta su juicio, sin entender que no es con fuerza ni con poder que Dios logra la relación que desea con nosotros. Porque como escribe Juan: “El amor perfecto echa fuera el temor, porque el temor tiene que ver con el castigo.” —1 Juan 4:18 Si vemos a Dios como punitivo, nunca podremos amarlo. Dios puede usar el poder el tiempo suficiente para captar nuestra atención, pero su verdadera naturaleza no está en el fuego, ni en el terremoto, ni en el torbellino, sino en la voz suave y apacible que nos llama con amor.

Comentarios de Elena de White
Si el hombre hubiera guardado la ley de Dios, tal como le fué dada a Adán después de su caída, preservada por Noé y observada por Abrahán, no habría habido necesidad del rito de la circuncisión. Y si los descendientes de Abrahán hubieran guardado el pacto del cual la circuncisión era una señal, jamás habrían sido inducidos a la idolatría, ni habría sido necesario que sufrieran una vida de esclavitud en Egipto; habrían conservado el conocimiento de la ley de Dios, y no habría sido necesario proclamarla desde el Sinaí, o grabarla sobre tablas de piedra. Y si el pueblo hubiera practicado los principios de los diez mandamientos, no habría habido necesidad de las instrucciones adicionales que se le dieron a Moisés. {Patriarcas y Profetas, p. 379}

Preparado y escrito por: © Jonathan Gallagher 2025
Traducción: Shelly Barrios De Ávila

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