Lección 11. Apostasía e intercesión(3T 2025 El Éxodo de Egipto)
Textos bíblicosÉxodo 32:1–6; Salmos 115:4–8; Isa. 44:9, 10; Rom. 1:22–27; Éxodo 32:7–32; Isa. 53:4.
Citas
- 1.- La adoración del becerro de oro de antaño ha encontrado una nueva y despiadada imagen en el culto al dinero y en la dictadura de una economía sin rostro y carente de todo objetivo verdaderamente humano. Papa Francisco
- 2.- La historia del becerro de oro trata sobre la tendencia humana a creer que los objetos hechos por el hombre pueden resolver nuestro miedo, ansiedad, sensación de pérdida, desesperación y falta de esperanza. El becerro se suponía que era un conducto de gracia.
Pero la obra de shalom de Dios se trata de una relación. Dios invita directamente a su pueblo a actuar en su nombre, para que Él pueda hacer obras poderosas a través de ellos. No se necesita ningún becerro de oro. Ningún objeto es necesario para que la relación entre Dios y su pueblo eche raíces en el mundo—solo una comunidad de personas dispuestas. C. Andrew Doyle - 3.- En el becerro había una encarnación del diablo, como la hay en los hombres de todas las naciones que tienen al diablo como su cabeza o líder en sus ritos impíos… El becerro, entonces, representa a todo cuerpo o sociedad de idólatras gentiles. Agustín
- 4.- La idea del rey (faraón) como el niño alimentado por la vaca divina es al menos tan antigua como el Reino Antiguo, ya que se lo describe como el becerro de oro. — Geraldine Pinch, citando el Texto de las Pirámides 729ª
- 5.- ¿Inteligencia artificial: nuestro nuevo becerro de oro? Thomas Johnston
Para debatir
¿Por qué los israelitas cayeron tan rápidamente en la apostasía? ¿Estaban algunos de ellos simplemente confundidos acerca del Dios al que seguían? ¿Por qué eligieron un dios de Egipto, que supuestamente estaba encarnado en el faraón que quería impedirles salir y mantenerlos en esclavitud? ¿Qué nos enseña toda esta historia sobre la naturaleza humana? ¿Cuál es su relevancia en el contexto del conflicto cósmico?
Resumen bíblico
Éxodo 32:1–6 relata la creación del becerro de oro y su adoración por parte de los israelitas. Salmo 115:4–8 ridiculiza a los ídolos, al igual que Isaías 44:9, 10. Romanos 1:22–27 habla de aquellos que cambiaron al Dios verdadero por ídolos hechos a semejanza de animales.
Éxodo 32:7–32 muestra las consecuencias de la apostasía y la intercesión de Moisés ante Dios por el pueblo. “Ciertamente él cargó con nuestras enfermedades y soportó nuestros dolores, pero nosotros lo consideramos herido, golpeado por Dios y humillado.” —Isaías 53:4
Comentario
La fabricación del becerro de oro revela claramente la mentalidad de muchos entre los israelitas y otros que los acompañaban. Que quisieran hacer alguna representación física no es, quizás, sorprendente. Observa exactamente lo que dicen: “Israel, estos son tus dioses que te sacaron de la tierra de Egipto.”Éxodo 32:4 Dioses, en plural. Particularmente en la forma de un dios egipcio muy conocido para ellos: Apis. Los cananeos también adoraban a Baal en forma de toro. Curiosamente, incluso mucho tiempo después, el rey Jeroboam de Israel colocó un becerro de oro en Dan y otro en Betel como alternativa al templo de Jerusalén, en Judá. ¡Fue un mito persistente! Este incidente demuestra cómo Dios tuvo que tratar con un pueblo que apenas acababa de obtener su libertad y que aún estaba muy influenciado por ideas paganas. La reacción de Dios y la respuesta de Moisés muestran perspectivas interesantes que vale la pena analizar.
Éxodo 32 registra la facilidad con la que se recayó en el paganismo, o al menos en una “religión mixta” que incorporaba elementos tanto del Dios verdadero como de dioses egipcios. El becerro de oro es el símbolo de ese tipo de religión “sincretista” que sigue siendo común hoy en día. Las ideas religiosas se mezclan en un revoltijo contradictorio de creencias, propio de nuestra era de supermercado espiritual, donde cada uno “escoge del estante” lo que más le gusta.
La hostilidad de Dios hacia los persistentes conceptos divinos de Egipto no se debe a un capricho o celos divinos, sino a que esas creencias no representan la verdad y llevan a ideas falsas sobre quién es Dios y cómo actúa. Esto es especialmente significativo cuando consideramos el tema de la expiación, pues muchas de las ideas erróneas sobre cómo Dios nos restaura, han sido contaminadas con conceptos paganos.
Ideas como apaciguar la ira de una deidad egipcia enojada se han transpuesto fácilmente al Padre amoroso. La necesidad de “comprar” el favor de los dioses mediante pagos se ha transformado en “propiciar” al Todopoderoso. El deseo de tener un dios poderoso “de nuestro lado” se convierte en una sumisión automática a los mandatos del Señor. El temor al castigo de un dios pagano hostil tiñe la comprensión de la expiación por medio de Jesús. Y así continúa…
El gran conflicto gira en torno a la naturaleza y el carácter de Dios, cómo usa su poder y cómo gobierna. Por eso no debemos sorprendernos de que nuestras ideas sobre Dios estén tan corrompidas y distorsionadas por el Acusador, quien desea que veamos a Dios más como un monstruo que como un Padre.
Mucho de lo que creemos sobre Dios podría estar equivocado. Cuando se trata de teología, es más lo que hay que desaprender que aprender. Pero tan importante como volver a mirar a Dios es volver a mirarnos a nosotros mismos. Porque sin una comprensión clara de quiénes somos, no podemos saber dónde estamos ni hacia dónde vamos.
Ni siquiera la demostración más impresionante de poder y gloria, la manifestación más dramática de Dios a la humanidad, puede ser la base de la fe. Como lo demuestra Israel, la majestuosa revelación divina en el Sinaí trajo una obediencia superficial y temporal. Su respuesta fue:
“Todo lo que el Señor diga, lo haremos.” Pero en cuanto esa escena gloriosa se desvaneció de sus mentes, se inclinaron a adorar al becerro de oro. La demostración de poder no produce fe duradera, solo conformidad temporal.
Al igual que los hijos de Israel en el monte Sinaí, podemos ser llevados al respeto y la obediencia por miedo, diciendo: “Todo lo que el Señor diga, haremos.” Pero una vez que el miedo desaparece, también podemos “levantarnos a jugar”, como hicieron los israelitas—en su caso, con una orgía de fertilidad en torno a un becerro de oro.
Comentarios de Elena de White
La “multitud mixta” fué la primera en entregarse a la murmuración y la impaciencia, y de su seno salieron los cabecillas de la apostasía que siguió. Entre los objetos considerados por los egipcios como símbolos de la divinidad estaba el buey, o becerro; y por indicación de los que habían practicado esta forma de idolatría en Egipto, hicieron un becerro y lo adoraron. El pueblo deseaba alguna imagen que representara a Dios, y que ocupara ante ellos el lugar de Moisés. Los extraordinarios milagros hechos en Egipto y en el mar Rojo tenían por fin establecer la fe en Jehová como el invisible y todopoderoso Ayudador de Israel, como el único Dios verdadero. Y el deseo de alguna manifestación visible de su presencia había sido atendido con la columna de nube y fuego que había guiado al pueblo, y con la revelación de su gloria sobre el monte Sinaí. Pero estando la nube de la presencia divina todavía ante ellos, volvieron sus corazones hacia la idolatría de Egipto. {PP54, p. 326} Después de la transgresión de Israel al hacer el becerro de oro, Moisés vuelve a interceder ante Dios en favor de su pueblo. Tiene cierto conocimiento de aquellos que han sido puestos bajo su cuidado; conoce la perversidad del corazón humano y comprende las dificultades con las que debe lidiar. Pero ha aprendido por experiencia que, para tener influencia sobre el pueblo, primero debe tener poder con Dios. El Señor lee la sinceridad y el propósito desinteresado del corazón de su siervo, y se digna a comunicarse con este débil mortal cara a cara, como un hombre habla con su amigo. Moisés se entrega completamente a Dios con todas sus cargas, y vierte libremente su alma delante de Él. El Señor no reprende a su siervo, sino que se inclina a escuchar sus súplicas. {GW92, p. 33}
Preparado y escrito por: © Jonathan Gallagher 2025
Traducción: Shelly Barrios De Ávila