Lección 10. El pacto y el modelo(3T 2025 El Éxodo de Egipto)
Textos bíblicosÉxodo 24:1–18; 1 Cor. 11:23–29; Lev. 10:1, 2; Ezek. 36:26–28; Éxodo
25:1–9; Éxodo 31:1–18.
Citas
1.- Ya no hace daño decir que el cuerpo y la sangre no están en el sacramento. —William Tyndale
2.- Satanás ha logrado que el sacrificio pagano signifique exactamente lo contrario del verdadero. El significado del verdadero sacrificio es este:
- “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito.”
Todo sacrificio verdaderamente ofrecido era una revelación, una expresión de ese gran sacrificio mediante el cual Dios daría la garantía a todas sus criaturas inteligentes de todos los mundos de que las amaba tanto que, de ser necesario, daría su vida para redimirlas. Pero el sacrificio pagano habla de un dios de ira y enojo, cuya cólera debe ser apaciguada de alguna forma, tal vez con la sangre de un cordero, o incluso con la sangre de una doncella, un niño inocente o alguna otra víctima humana. Creen que cuando huele la sangre fresca derramada, su venganza se satisface y se apacigua. —George E. Fifield
Para debatir
¿Por qué instituyó Dios “el pacto y el modelo” si al final no trajo como resultado lo que Él quería? ¿Cómo debían entender los israelitas el sistema de sacrificios, especialmente en vista de lo que ocurría en las naciones paganas? ¿Por qué fue Dios tan específico en el diseño? ¿Qué lecciones se supone que debemos aprender de todo esto?
Resumen bíblico
Éxodo 24:1–18 describe la ceremonia solemne mediante la cual los israelitas se comprometieron con el Libro del Pacto que Moisés había escrito bajo la dirección de Dios, con base en los mandamientos previos dados en Éxodo. En 1 Corintios 11:23–29, Pablo recuerda a los lectores de su carta cómo Jesús instituyó la comunión. Levítico 10:1, 2 registra la muerte de los hijos de Aarón por ofrecer “fuego extraño.” En Ezequiel 36:26–28, Dios promete poner un nuevo corazón en su pueblo y colocar su Espíritu en ellos. Éxodo 25:1–9 es parte de las instrucciones para construir el Tabernáculo y su mobiliario. Éxodo 31:1–18 nombra a los
artesanos que realizarían esta obra, así como la importancia de guardar el sábado.
Comentario
El pacto entre Dios y los israelitas, tal como se describe en Éxodo, se centra mucho en el comportamiento externo. Hay muchas reglas: “debes hacer esto”; “no debes hacer aquello”. La respuesta de los israelitas fue: “Haremos todo lo que el Señor ha dicho” (Éxodo 24:3).
De esta forma, parece más bien un contrato, un conjunto legal de obligaciones que deben cumplirse. Dios estaba tratando con personas a un nivel muy básico, dándoles reglas y esperando que fueran seguidas con precisión. Del mismo modo, les da “el plano”: el Tabernáculo y el sistema sacrificial que debía observarse en detalle minucioso. En esto, Dios corrió un gran riesgo de ser malinterpretado, pero al tratar con este grupo de esclavos liberados y otros, tuvo que operar a su nivel. Algunos comentaristas señalan que la forma y dimensiones del Tabernáculo eran similares a las de los templos egipcios, y sus utensilios, parecidos a los que usaba el faraón en su tienda real.
Presumiblemente, Dios estaba “encontrándose con el pueblo donde estaban.” Dios ciertamente fue quien inició el sistema sacrificial. Él dijo a los israelitas exactamente qué hacer—con lujo de detalles. En sus instrucciones para construir el Tabernáculo, el santuario móvil en el desierto, Dios especifica el tipo de madera, telas, sus colores y medidas (ver los detalles en Éxodo 26 y siguientes). A quienes recibían ese plano quizás les parecía que Dios actuaba más como un diseñador de interiores… Sea como fuere, si Dios lo dijo, lo hacían. Poco importaba el motivo. Si Dios quería una tienda en el desierto, ¿quiénes eran ellos para discutir? Así que siguieron las instrucciones con cuidado, conscientes de que este Dios parecía estar listo para castigar cualquier infracción.
Comenzaron el proceso convencidos de que este Dios que adoraban quería que se derramara sangre, que se quemara grasa sobre el altar, y que el humo del sacrificio le resultaba agradable. Él mismo lo había dicho.
El problema fue que se quedaron atrapados en el sistema, en la mecánica de la salvación, y no comprendieron su propósito. Por eso, eventualmente, Dios mismo tuvo que intervenir y aclarar que eso no era lo que quería. Dios lo dice sin rodeos: “No quiero más sacrificios de toros, de carneros y de chivos. Cada vez que vienen a adorarme… ¿quién les pidió eso?” —Isaías 1:11– 12 (BLA)
El adorador ritualista quizás se sorprenda. Después de todo, ¿no está haciendo exactamente lo que Dios le pidió? “¿Quién pidió esto? ¡Pues tú, Dios!” El que ofrece el sacrificio puede incluso señalar capítulo y versículo: “Mira, aquí lo dice.”
Pero ahora Dios está diciendo que eso no es lo que quiere: “¿Creen que me agradan todos esos sacrificios que me presentan? ¡Estoy harto de ellos!” —Isaías 1:11 (DHH)Ya es suficiente. Porque los religiosos de la época de Isaías habían reducido el sistema de sacrificios a un proceso mecánico. ¿Pecaste? No hay problema—sacrifica algo y ya está. ¿Pecaste de nuevo? Otro sacrificio. Más pecados, más sacrificios. Era un sistema de pago fácil: si estás en deuda, obtienes
crédito mediante un sacrificio. ¡Simple! Claro, el adorador podría preguntarse: ¿qué clase de Dios es este que pide tanta sangre y grasa? Pero bueno—si Él lo pidió, uno lo hace, ¿no? Entonces Dios tiene que corregir esa idea errónea:
“No me agradan los sacrificios de toros, corderos ni chivos.” —Isaías 1:11 (NVI)
Los rituales vacíos y los símbolos por sí solos no salvan. Dios no es una máquina que pueda ser activada o manipulada. El propósito del sistema sacrificial no era para beneficio de Dios, sino para el nuestro.
La cruz es lo mismo: no es un mecanismo para que Dios se vea autorizado a salvarnos, sino algo diseñado para nuestro entendimiento y aprecio. El problema de ver la religión como reglas y requisitos es que no se llega a la relación que Dios realmente desea: una de comprensión mutua, amor y aceptación de la verdad y del bien. Solo se hace lo que se ordena. Como pregunta Miqueas:
“¿Se agradará el Señor de millares de carneros, de diez mil arroyos de aceite? ¿Daré mi primogénito por mi rebelión, el fruto de mis entrañas por el pecado de mi alma?” —Miqueas 6:7 O como dijo David con tanta elocuencia: “Los sacrificios no te complacen, o yo te los ofrecería; los holocaustos no son lo que deseas. El sacrificio que te agrada es un espíritu quebrantado; tú, oh, Dios, no desprecias al corazón contrito y humillado.” —Salmo 51:16–17
Comentarios de Elena de White
Los esfuerzos de Satanás por desfigurar el carácter de Dios, para dar a los hombres y a las mujeres un concepto falso del Creador y hacer que lo consideren con temor y odio más bien que con amor; sus esfuerzos para suprimir la ley de Dios, y hacer creer al pueblo que no está sujeto a las exigencias de ella; sus persecuciones dirigidas contra los que se atreven a resistir los engaños, han seguido con rigor implacable. Se pueden ver en la historia de los patriarcas, de los profetas y apóstoles, de los mártires y reformadores. {El Conflicto de los Siglos, 12, 13} Los judíos habían convertido estas grandes convocaciones en escenas de derramamiento de sangre y crueldad. En lugar de sentir humilde arrepentimiento del pecado, habían multiplicado los sacrificios de animales, como si Dios pudiera ser honrado por un servicio que no nacía del corazón. {El Deseado de Todas las Gentes, p 540} Los sistemas paganos de sacrificios eran una perversión del sistema que Dios había establecido… {El Deseado de Todas las Gentes, p. 28}
Preparado y escrito por: © Jonathan Gallagher 2025
Traducción: Shelly Barrios De Ávila