Una sociedad tiene dos alternativas para funcionar: o ella tiene un personaje central (dominador) que controla a las demás personas, o ella es relacional. Cuando la sociedad, o el hogar, es relacional, ninguna persona se destaca como más poderosa que las otras personas. En esa situación todos se aman, se dan bien, y no surgen motivos para que alguien allí desee dominar sobre los demás. La gente está para servir, no para ser servidas. Así no hay disputas ni intrigas y ni desconfianzas. Pero cuando la sociedad tiene un personaje central, uno que se impone sobre las demás personas, o que forma un grupo dominador, el egoísmo ya está dominando. Luego surge el espíritu posesivo y los celos. Cuando uno se considera más importante que los demás, o cree que tiene más derechos que los demás, o se ve como por encima de los demás, el sistema de relación es desarticulado, y la gente entra en conflicto. El egoísmo está en el extremo opuesto del amor. Mientras el amor se interesa por los demás, el egoísmo se interesa por el yo.
Escuela Sabática VIVA. Leccion 7 – “Claves para la unidad familiar” – Sábado 18 de mayo – HopeMedia.es
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