Continuando nuestro estudio con una mirada a Hebreos, capítulos 5-7, examinamos algunas de las características de Jesús como nuestro Sumo Sacerdote. Nos fijamos en estas preguntas:
- ¿Cuáles eran los requisitos para ser sumo sacerdote? (Domingo)
- ¿Qué significa “según el orden de Melquisedec”? (lunes)
- ¿En qué se diferencia el ministerio sacerdotal de Jesús del sacerdocio levítico? (Martes)
- ¿De qué manera la naturaleza eterna de Cristo aumenta su capacidad de ser nuestro Sumo Sacerdote? (Miércoles)
- ¿Por qué era importante que Jesús fuera sin pecado, pero totalmente humano? (Jueves)
Nuestra separación de Dios es comprensible cuando nos damos cuenta de que el pecado no puede existir en presencia de Dios. Pero como Dios es tan amoroso y misericordioso, ha encontrado una manera de atravesar la nube de incomprensión que ha surgido de nuestros comportamientos pecaminosos. A través de Jesús podemos ver a Dios de la manera más favorable, no como exigente y enojado como Satanás lo ha retratado.
Al convertirse en nuestro Sumo Sacerdote, Cristo tiende un puente entre nuestros caminos errantes y la santidad y perfección del Creador. A través de Él, hay esperanza de reparar la relación que se rompió con el acto infiel de Adán y Eva en el Jardín del Edén.
Texto de memoria: “Porque tal Sumo Sacerdote nos convenía, que es santo, inofensivo, sin mancha, apartado de los pecadores, y que se ha hecho más alto que los cielos”. Hebreos 7:26 LBLA
Podemos ver en esta descripción de la impecabilidad de Jesús que Él califica totalmente para representarnos en las cortes del cielo. Convertirse en un ser humano, incluso sin la tendencia natural al pecado, fue en sí mismo un acto de extrema humildad y amor. Su sumisión a la voluntad del Padre nos da un ejemplo perfecto de lo que se necesita para ser uno con el Padre. La humildad y la obediencia son posibles gracias a la obra de este Sumo Sacerdote divino.