La palabra hebrea teshuvah, que significa “volverse” o “regresar”, se encuentra en el capítulo 30 del Deuteronomio. En el versículo 2, habla de volver a Dios y obedecer su voz. En el versículo 10, también menciona su opción de volverse a Dios con todo su corazón y su alma.
Ya sea que se trate de volver al estado anterior que se tenía con Dios, o de volverse a Dios por primera vez, Sus brazos siempre están esperando para recibir a cualquiera que venga a Él en arrepentimiento.
El verdadero arrepentimiento es algo más que sentir pena por nuestros pecados. Este remordimiento nos lleva a alejarnos del mal que nos convence y condena. Sucede cuando vemos el daño que le causa a nuestro Padre celestial. Nuestra humildad y devoción amorosa debe llevarnos al lugar donde preferiríamos morir antes que herir a nuestro Salvador. Ese es el tipo de arrepentimiento, o retorno, que Dios aprecia más que nada.
Dios hizo esas temibles predicciones de su castigo por la idolatría en el capítulo 4 del Deuteronomio. Pero cuando Moisés llegó al final de sus sermones, les recordó una vez más la aceptación y el perdón de Dios cuando se volvieran a Él con un arrepentimiento sincero. Véase Deuteronomio 30:1-10.
Aunque las consecuencias serían duras (los que quedaran serían dispersados a tierras lejanas y extranjeras), Dios estaba dispuesto a circuncidar sus corazones (Deuteronomio 30:6), permitiendo que su obediencia volviera a ser una expresión de su amor y devoción a su Padre celestial.
Porque si sus corazones estaban bien con Dios, si tenían verdadera humildad y remordimiento por sus caminos errantes, guardar los mandamientos de Dios sería algo natural. El acuerdo del pacto sería reparado y Dios se acercaría a ellos de nuevo.
Las numerosas veces que Moisés menciona la obediencia nos hablan de su importancia. Sólo cuando veamos cómo Dios es herido por nuestros pensamientos y caminos pecaminosos, seremos capaces de vivir de acuerdo con sus mandatos. El corazón debe ser tocado primero, para que la obediencia sanadora se vea en nuestras vidas.