Es natural preocuparse por si nuestros diezmos y ofrendas se utilizan de forma honesta. Pero no parece ser una preocupación que necesariamente debamos tener. Como donantes, se nos dice…
- la cantidad a dar, que es una décima parte,
- qué y cuándo dar (lo mejor que podamos y en cuanto lo recibamos, es decir, las “primicias”), y
- dónde dar: al almacén de Dios para proveer al ministerio.
Depende de los administradores del almacén usar los fondos apropiadamente. El Señor nombró a los levitas como administradores en los días de Moisés, aunque ellos, siendo humanos, no siempre fueron fieles en el manejo de las ofrendas del pueblo. Nosotros, también, debemos depender en oración de nuestros oficiales de la iglesia designados para distribuir honestamente los fondos que proveemos para la obra de Dios. Es su responsabilidad, no la nuestra, ver que se haga correctamente.
Jesús contó una parábola sobre la administración para el Maestro que revela cuándo y cómo el Señor verá si hemos sido fieles y honestos en nuestros tratos con Él. La parábola de los talentos en Mateo 25 termina con el ajuste de cuentas cuando llega el amo. Aquellos que fueron más fieles recibieron la invitación de entrar en el gozo del Señor (Mateo 25:21). Estar con Jesús en el cielo, y más tarde en una nueva tierra, nos proporcionará suficiente alegría para durar toda la eternidad.
Aunque el Señor espera que le dediquemos toda nuestra vida, nos dice específicamente que hay una porción de nuestro tiempo y dinero que es santa. Al hacer santos tanto un día a la semana como el diezmo, Él reclama la propiedad de las horas del sábado y de la décima parte de nuestros ingresos.
Si creemos y amamos a Dios, querremos honrarlo dándole lo que es suyo para empezar. Al hacer esto, no sólo estamos expresando nuestra fe en Dios, sino diciéndole al mundo que Él es el Creador y Dueño de nuestras vidas. Nosotros también le pertenecemos.
Nuestro amor y fe se fortalecen cada vez que seguimos Sus mandamientos de guardar Su Sábado y devolverle nuestro diezmo. Además, Dios puede usarnos más eficazmente como sus mayordomos en la tierra. Tenemos una parte directa en el avance de Su reino y en la salvación de otros. Esta es la esencia del pacto de salvación que tenemos con Dios, nuestro Socio y Amigo.