Al principio, el enemigo se presentó como un ángel de DIOS, enviado para disuadir a JESÚS de ayunar. DIOS habría enviado un mensaje del ángel diciendo que ya no sería necesario sacrificarse porque el Padre ya sabía que iría hasta el final, es decir, hasta el 40. Todos los días Lucifer estaba tratando de confundir a JESÚS en su propósito, sin dar Descansa al Hijo de Dios. Y cada día el candidato a Salvador se debilitaba cada vez más.
En el cuadragésimo día, la situación de la vida de JESÚS estaba en su límite. Ese día moriría si no se hacía nada. Entonces a Satanás se le ocurrió la solución, porque si no se hiciera nada no habría un Salvador para la humanidad. Propuso que JESÚS, quien tenía el poder para hacer esto, convirtiera las piedras en pan. Así se alimentaría y restauraría, evitando la muerte. ¿Fue una solución? Sí, lo era, pero al mismo tiempo, teniendo a JESÚS sometido en obediencia a Lucifer, estaría sujeto a él, y dejando esa situación viva, nunca podría convertirse en el Salvador. Sería un esclavo de Satanás justo cuando Adán y Eva se convirtieron, por lo tanto, de manera definitiva, esta solución no resolvió por completo la necesidad de que JESÚS ganara fuerza física. JESÚS necesitaba continuar su ayuno hasta que el Padre tomara medidas. Necesitaba confiar en el Padre.