Un examen minucioso de Romanos 12:1, 2 revela que antes de conocer la voluntad de Dios, debe ocurrir algo. A través de la comprensión de su generosa misericordia, debemos ofrecernos como un sacrificio vivo (como la semilla que muere en la tierra).
Entonces nuestras mentes se renuevan y nuestras vidas se transforman (como el crecimiento de una planta hermosa y fructífera). La renovación de la mente sólo puede producirse después de que muramos al yo, igual que Jesús tuvo que morir por nosotros para salvarnos. Este proceso nos permite comprender mejor cuál es la voluntad perfecta de Dios.
Puede haber áreas de nuestra vida que no hayamos entregado totalmente a Dios. No es raro que esto ocurra. De hecho, es cierto para la mayoría de nosotros. No reconocemos el impacto de todo lo que estamos haciendo cuando nos acercamos a Dios por primera vez.
Dios puede entonces permitir un crisol para traer esta área de la vida a nuestra atención. El sufrimiento de cualquier tipo puede proporcionar una visión de lo que Jesús experimentó por nosotros, inspirándonos a sacrificar más por Él.
La historia del pequeño Samuel nos recuerda que debemos estar abiertos a la voz de Dios, y dispuestos a hacer lo que Él ordena. Este no era el caso del sumo sacerdote Elí, que no había escuchado a Dios y había permitido que sus hijos corrompieran los servicios del santuario. Sin embargo, cuando el joven Samuel oyó la voz de Dios que lo llamaba, su mentor Elí le dijo que respondiera: “Habla, Señor, que tu siervo te escucha”.
Sea lo que sea lo que Dios le habló, Samuel estuvo dispuesto a escuchar y a seguir su directiva. Así debemos estar abiertos a todo lo que el Señor pone en nuestro corazón y luego obedecerlo con una voluntad ansiosa.
Algunos han descrito esta disposición como “poner nuestra mente en punto muerto”. Lo hacemos esperando pacientemente la respuesta de Dios y permitiendo que Él dirija nuestras acciones, basándose en su palabra. La Biblia es la única voz en la que muchos han confiado para enseñarles la voluntad de Dios. Leer y estudiar la Biblia con un corazón y una mente abiertos nos convierte en seguidores voluntarios y entusiastas de Dios. También hace que sea más fácil sobrevivir a nuestras dificultades y pruebas.