La autoeficacia significa que se ha logrado algo significativo en nuestra vida. Nuestra ocupación, sea cual sea, debería ser una bendición agradable, para nosotros y para los demás. El trabajo de nuestras manos y mentes debería marcar la diferencia en la vida de las personas.
Sólo estar en compañía de otros trabajadores y mostrarles cómo Dios es importante para ti puede ser satisfactorio y hacer que el trabajo valga la pena. Busca maneras de bendecir a los demás con los que entres en contacto en tu trabajo. Hay muchas maneras de hacer la diferencia e impactar la vida de alguien, cuando invitas constantemente a Dios a que te muestre cómo.
El trabajo está destinado a nutrirnos, pero es aún más satisfactorio cuando contribuye a nutrir a los demás. Hacer la vida más fácil, más manejable y agradable debería ser nuestra meta, sin importar lo que hagamos para mantenernos.
Sabemos que somos humanos defectuosos, definitivamente capaces de errores que a menudo afectan a nuestro trabajo. Sin embargo, debemos dedicarnos a hacer que el producto de nuestro trabajo sea lo más perfecto posible. Tener una ética de trabajo de excelencia es lo que debemos esforzarnos cada día. Dios está dispuesto a bendecir nuestros esfuerzos y magnificar los resultados de nuestro trabajo, cuando nos dedicamos a Él.
El interés de Dios en la excelencia del trabajo se vio muy claramente en su atención a los detalles, cuando le presentó a Moisés los planes para construir el tabernáculo en el desierto. Comenzando en Éxodo 25 y continuando por cinco capítulos, el Señor establece su detallado plan e instrucciones para las tareas involucradas.
No sólo se utilizaron los mejores materiales para la construcción del santuario, sino que Dios designó a los obreros que recibirían las habilidades necesarias para su realización, y les dio instrucciones punto por punto sobre cómo hacer su trabajo. No sólo añadió a sus talentos, sino que incluso les dio la “habilidad de enseñar” a los demás, para que el trabajo continuara de la forma más fluida posible. Ver Éxodo 35:24 y 36:1.
Dios puede agitar nuestros corazones y darnos sabiduría para tratar los asuntos de nuestro trabajo también, como lo hizo con los israelitas. Sólo tenemos que dedicar nuestros talentos, tiempo y educación de manera que beneficie a los demás y los lleve a su Dios Creador. Ninguna tarea es demasiado servil, o humilde, para que Dios la use para sus grandes propósitos.