Escuela Sabática Texas USA Lección 11: José, maestro de los sueños – Sábado 11 de Junio de 2022

Jacob envió un día a José a buscar a sus hermanos, al igual que Dios nos envía a nosotros a buscar a otros que puedan estar perdidos (Génesis 37:13, 14). Un extraño vio a José vagando por un campo y le dio la información que necesitaba para encontrar a sus hermanos (Génesis 37:15-17). Nosotros también debemos equiparnos con la palabra de Dios, sus indicaciones, antes de salir a buscar a nuestros hermanos perdidos.

Estaba claro que los hermanos de José tenían la intención de matarlo cuando lo vieron acercarse a sus rebaños. Sin embargo, Rubén, el mayor, los convenció de que sólo lo arrojaran a un pozo. Se nos dice que tenía la intención de ir en privado y liberarlo más tarde (Génesis 37:21, 22). No se nos da su motivo para hacer esto. Es posible que tuviera sentimientos tiernos por el muchacho, y/o tal vez fuera una forma de ser visto con buenos ojos por su padre Jacob.

Por casualidad, se vio a lo lejos una caravana de mercaderes madianitas. A Judá se le ocurrió la idea de venderles a José como forma de evitar el derramamiento de sangre. Untarían el pelaje de José con sangre de cabra y la utilizarían para engañar a su padre haciéndole creer que José había sido muerto por algún animal salvaje. Véase Génesis 37:25-36.

Jacob, conocido como un engañador, fue de nuevo víctima de un cruel engaño por parte de sus propios hijos.

Génesis 38 revela otro episodio de engaño, y cómo Dios puede convertir una situación triste y desafortunada en una llena de gracia y esperanza. A Tamar, la nuera de Judá, se le había prometido que podría ser la esposa del tercer hijo de Judá, cuando éste tuviera la edad suficiente. Los dos hijos mayores de Judá habían muerto, debido a su comportamiento egoísta y malvado (Génesis 38:7, 10).

Judá, tal vez porque estaba de luto por la pérdida de su propia esposa, Shua, se engañó pensando que Tamar era una prostituta. Ella se había disfrazado y lo había seducido para tener el hijo que le habían prometido. No es en absoluto la forma en que Dios habría tratado su desgracia, sino la forma impía en que muchos de nosotros tratamos de tomar el asunto en nuestras manos para mejorar nuestra situación.

El hijo que concibió, Pérez, se menciona en la línea de los antepasados de Cristo en Mateo 1:3. Observe que el nombre de Tamar está en ese registro genealógico, junto con otras tres mujeres: Rahab, Rut y la esposa de Urías, Betsabé (Mateo 1:3). Jesús es llamado “el León de la tribu de Judá” en Apocalipsis 5:5. Él sí provino de la conducta promiscua de Judá con Tamar. Qué sorprendente es que la gracia de Dios pueda cubrir tan perfectamente nuestras decisiones imprudentes y acciones pecaminosas.

Radio Adventista
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