La alabanza no siempre se ve como una alegría exuberante con gritos y voces excitadas alzadas en cantos de alabanza. También consiste en expresiones silenciosas del amor y el cuidado compasivo de Dios por nosotros.
Hay muchas maneras de alabar a Dios, de elevarlo con nuestras palabras y acciones de manera que glorifiquen a nuestro amoroso Padre. Podemos lograrlo a través de nuestras devociones personales o de forma más pública ante los demás. La alabanza es especialmente eficaz para darnos una paz y una fuerza rejuvenecedoras durante nuestros momentos cruciales.
Recordemos siempre alabar a Dios, que ha hecho y hará tanto por los que le aman. Cuando lo amamos, queremos alabarlo.