Asc. Metropolitana MX Lección 6: La simiente de Abraham – Sábado 8 de Mayo de 2021

“Porque tú eres un pueblo santo para Yahveh tu Dios; Yahveh tu Dios te ha elegido para ser un pueblo especial para él, por encima de todos los pueblos que hay sobre la faz de la tierra” (Deuteronomio 7,6).

No hay duda de ello: El Señor había escogido específicamente al pueblo hebreo para ser Sus representantes especiales sobre la tierra. La palabra traducida “especial” en el versículo anterior, segullah, puede significar “propiedad valiosa” o “tesoro peculiar”. El punto crucial a recordar, también, es que esta elección fue totalmente el acto de Dios, una expresión de Su gracia. No había nada en el pueblo mismo que lo hiciera merecedor de esta gracia. No podía haber nada, porque la gracia es algo que no se merece.

Lee Ezequiel 16:8. ¿Cómo ayuda esto a explicar la elección de Israel por parte del Señor?

“¿Por qué fue elegido Israel por Yahvé? Eso era inescrutable. Era un pequeño grupo de personas sin gran cultura ni prestigio. No poseía cualidades personales especiales que justificaran tal elección. La elección fue un acto exclusivo de Dios… . La causa última de esa elección radica en el misterio del amor divino. Sin embargo, el hecho es que Dios amó a Israel y la eligió, cumpliendo así su promesa a los padres … . Había sido elegida en virtud del amor de Yahvé por ella. Había sido liberada de la esclavitud en Egipto mediante un despliegue del poder de Yahvé. Si comprendiera estos grandes hechos, se daría cuenta de que era un pueblo santo y especialmente apreciado. Por lo tanto, cualquier tendencia por su parte a renunciar a tan noble estatus era extremadamente reprobable”. – J. A. Thompson, Deuteronomio (Londres: Inter-Varsity Press, 1974), pp. 130, 131.

Según el plan divino, los israelitas debían ser tanto una raza real como sacerdotal. En un mundo malvado debían ser reyes, morales y espirituales, ya que debían prevalecer sobre el reino del pecado. Como sacerdotes, debían acercarse al Señor en la oración, en la alabanza y en el sacrificio. Como intermediarios entre Dios y los paganos, debían servir como instructores, predicadores y profetas, y debían ser ejemplos de una vida santa: los exponentes de la verdadera religión del Cielo.

Radio Adventista
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