La promesa de Dios a Abraham incluía darle un lugar donde pudiera experimentar el descanso de Dios, lejos de las prácticas idolátricas de los que le rodeaban. La tierra de herencia que Abraham esperaba era realmente necesaria para que el pueblo de Dios experimentara el tipo de descanso que necesitaba, lo que le convertiría en un testigo fiel para el mundo.
Esto se ilustró cuando fueron atraídos a Egipto para sobrevivir a la hambruna, pero terminaron permaneciendo allí en la esclavitud durante unos largos cuatrocientos años (Génesis 15:13). Bajo el faraón, no se les permitió tener su descanso sabático (Éxodo 5:5). Se perdieron su tiempo íntimo con Dios, lo que hizo que se alejaran de todas sus enseñanzas.
Finalmente, Dios sacó a su pueblo de su tierra de esclavitud y lo llevó de vuelta a su tierra prometida. Esta experiencia les ayudó a comprender mejor el plan de salvación de Dios y su propósito para el sábado. Al registrar Moisés el mandamiento del sábado en el Éxodo y más tarde en el Deuteronomio, vemos que surgen dos propósitos.
Se nos dice que el descanso del sábado conmemoraba la culminación de la creación de Dios, pero también era un memorial de su redención de la esclavitud. Dios nos hizo, pero también nos redime o salva. Por lo tanto, el sábado ha sido doblemente bendecido, como expresión de la salvación por Su sola justicia. Él trabajó para hacernos, y también trabaja para rehacernos. Nosotros no podemos hacer nada por nuestra cuenta.