Cuando Dios le dijo a Josué que fuera próspero y exitoso, no solo se refería a tener riqueza monetaria. También podemos sentirnos bendecidos con un buen matrimonio, amigos cercanos, una larga vida, buena salud e incluso una abundancia de frutos espirituales como amor, alegría, paz, paciencia, etc.
Dios no podría ser más claro al explicar cómo tendrían éxito y serían prósperos en la tierra de su herencia. Deben aferrarse y obedecer los principios espirituales que se describen en los mandamientos dados a Moisés. La ley fue diseñada para guiarlos a una comprensión más profunda de Dios, pero también para servir como un recordatorio de su condición pecaminosa.
Sin embargo, la ley no podía guardarse correctamente sin la presencia de Dios, sin que la justicia de Cristo cubriera sus débiles esfuerzos por obedecer por sí mismos. Es por eso que debemos recordar que la ley (y la justicia que trae) y la gracia (y el amor que trae) nunca pueden separarse. La ley y la gracia son rasgos de carácter de nuestro amoroso y justo Creador. Debemos esforzarnos por lograr un equilibrio entre la ley y la gracia. Un énfasis de uno sobre el otro a menudo conduce al legalismo o a la gracia barata.