Analizando los mensajes bíblicos como un todo, la evidencia es clara de que Dios conduce todos los acontecimientos relacionados con el plan de la salvación, en armonía con sus eternos e insondables propósitos. La luz de la verdad brilla para iluminar el camino de los hijos de Dios, a medida que el tiempo avanza, hasta alcanzar el fulgor del día perfecto en el momento apropiado.
Después de enunciar una serie de acontecimientos antecediendo a su vuelta, Jesús declara: “Pero en cuanto al día y la hora, nadie lo sabe, ni siquiera los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre”. – Mateo 24:36 – RV.
Jesús deja la cuestión bien clara: El día de su vuelta es exclusividad de Dios. Especular si este día puede ser adelantado o atrasado, no resuelve el foco principal: La preparación para este día. Por el contrario, si el ser humano pudiese de alguna forma interferir en el día determinado, dependiendo de adelantar o retardar, el foco de la preparación caería hacia el descuido.
Para dar fuerza al argumento de que nadie sabe el día de su venida, Jesús usa la parábola del dueño de casa y del ladrón. El ladrón sabe a qué hora asaltará la casa, más el dueño no. Jesús advirtió: “ Por eso también ustedes deben estar preparados, porque el Hijo del hombre vendrá cuando menos lo esperen”. – Mateo 24:44 – NVI.
