Aqui entre Nos. Lección 9 – Una vida de alabanza – Un Programa pensado en los Maestros de E.S.

Nos emociona leer cómo Pablo y Silas oraron y cantaron alabanzas a Dios después de haber sido golpeados con varas y arrojados a una cárcel filipina. ¿De qué podría alegrarse después de un castigo tan duro?

Un terremoto cambió repentinamente su situación, haciendo posible una fuga para todos los prisioneros esa noche. Pero, conmovidos por las oraciones y los cantos de sus últimos compañeros de cárcel, los presos sólo querían permanecer cerca de los hombres que debían tener una relación tan estrecha con Dios que un terremoto fue enviado para salvarlos.

El carcelero, al ver las puertas abiertas de la cárcel, se angustió al ver que sus prisioneros debían haber escapado. Sacó su espada y estuvo a punto de suicidarse allí, en la oscuridad, sabiendo que su muerte era inminente a causa de su fuga. Pero Pablo le gritó que no lo hiciera, porque todos seguían allí.

El carcelero estaba tan lleno de gratitud y alegría que él también quería la clase de salvación que tenían estos inusuales prisioneros. Los llevó a todos a su casa para curar sus heridas, dando a Pablo y a Silas la oportunidad de predicarles esta nueva fe encontrada. El evangelio fue tan convincente que el carcelero y toda su familia se bautizaron esa misma noche.

Esta historia ilustra lo mucho que afecta a los demás nuestra alabanza a Dios, especialmente cuando nos enfrentamos a la adversidad. Nunca debemos dudar en expresar nuestra lealtad y alabanza a un Dios tan maravilloso, sin importar lo que estemos pasando.

El pueblo del rey Josafat se enfrentaba a múltiples amenazas de las tribus enemigas que rodeaban su pequeña nación (2 Crónicas 20:1). Después de una oración de examen de conciencia, Dios les ordenó que salieran a enfrentarse a sus adversarios. Pero no debían preocuparse, pues ni siquiera tendrían que luchar. El Señor lucharía y ganaría la batalla por ellos (2 Crónicas 20:17).

Esto dio lugar a más alabanzas a Dios. En lugar de luchar contra el ejército de Josafat que se acercaba, sus enemigos se sintieron tan desconcertados por sus cantos de alabanza que comenzaron a luchar entre ellos (2 Crónicas 20:22, 23).

Cuando los hombres de Josafat llegaron al campo de batalla, éste ya estaba sembrado de cadáveres por todas partes. Sólo tuvieron que recuperar el botín de sus enemigos y volver a casa con más gritos de alabanza y adoración al Señor que había librado la batalla por ellos (2 Crónicas 20:27).

Podemos tener el mismo tipo de victorias en nuestra vida cuando nos acordamos de alabar a Dios por pelear nuestras batallas. Por fe, podemos tomar el arma de la alabanza y saber que nuestra liberación está asegurada. Dios triunfará por nosotros al final.

Radio Adventista
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