Después de leer sobre el paso del Mar Rojo y la caída de los muros de Jericó en Hebreos 11, esperaríamos escuchar cómo Josué condujo a su pueblo a Canaán, la tierra prometida. Pero en cambio, se menciona a Rahab, una prostituta gentil, como campeona de la fe.
Un sentido de la bondad y la justicia, unido a la creencia en lo que Dios había hecho por su pueblo, llevó a Rahab a esconder a los espías, enviados a la ciudad para descubrir lo que pudieran sobre su enemigo. Su valiente acción convenció a los espías de que era digna de ser perdonada cuando la ciudad fuera destruida. La fe en Dios no se pasó por alto, por lo que Rahab es sólo una de las dos mujeres que se mencionan por su nombre en la lista de fieles de Pablo.
También se mencionan por su nombre otros fieles: Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel. Muchos hechos de fidelidad se describen en Hebreos 11, haciendo que otros devotos seguidores de Dios sepan que no son olvidados.
Dios reconoce todos los actos valientes y bondadosos de devoción que realiza su pueblo. Algunos conducen a una liberación milagrosa, pero todos conducen al premio de la salvación y la vida eterna en el Reino de Dios.
Pablo explica claramente por qué se incluyó el capítulo de la fe en el libro de los Hebreos. Los relatos de los fieles, llamados “nube de testigos”, están ahí para recordarnos al autor y consumador de nuestra fe. Hebreos 12:1-3 es una gran conclusión para el capítulo de la fe. Pensar en Jesús, y en todos los que han sufrido, evita que nos cansemos y nos desanimemos cuando nos enfrentemos a retos similares.
Jesús brilla como el fundador, o pionero, de nuestra fe. He aquí algunas formas en las que se destaca su ejemplo de fe:
Él es el único que ha terminado la carrera de la fe al entrar ya en el Reino celestial de Dios para sentarse a la derecha de su Padre. Esperamos reinar con Él allí (Apocalipsis 20:4).
Él es el único que vivió una vida perfecta aquí en la tierra, el tipo de vida que tendremos con nuestros nuevos y perfectos cuerpos celestiales algún día.
Él es quien hace posible nuestra vida fiel. Lo hacemos gracias a su fuerza y al amor sacrificado que viene a través del Espíritu Santo.