Aqui entre Nos. Lección 1 – Preámbulo de Deuteronomio – Un Programa pensado en los Maestros de E.S.

Dios llamó y bendijo a Abram, y más tarde, cuando las cosas se pusieron desesperadas en Egipto, llamó y bendijo a Moisés. Los esclavos hebreos fueron testigos del amor y la bendición de Dios, ya que los rescató milagrosamente de los egipcios y los cuidó en el desierto. A través de muchas señales y maravillas durante el Éxodo, sintieron el amor de Dios de primera mano. Era obvio que Dios tenía planes especiales para los descendientes de Abraham, Isaac y Jacob.

Cuando Dios estableció una vez más su pacto con Moisés y el pueblo, se les recordó que eran el tesoro especial de Dios. Él haría de ellos una nación santa, un reino de sacerdotes, que compartirían el amor de Dios con los demás.

Su único requisito era guardar sus mandamientos. Especialmente los Diez Mandamientos, que eran la encarnación del amor: amar a Dios y a los demás. Al obedecer Su ley, continuarían prosperando y eventualmente compartirían la verdad de Dios con las naciones circundantes e incluso con el mundo entero.

El pacto se sellaba con sangre. Los sacrificios y las ceremonias que implicaban sangre eran para recordar a los israelitas que el plan de salvación tiene un coste. Y ese coste era la sangre del propio Hijo de Dios. Él era el Cordero de Dios, simbolizado por sus sacrificios. No se puede encontrar en todo el universo un amor más grande que el sacrificio que Él hizo en el Calvario.

Los hebreos lo decían en serio cuando, tras escuchar la ley de Dios, declararon: “Haremos todo lo que el Señor ha dicho” (Éxodo 19:8). Pero las acciones deben seguir a nuestras palabras, y sus acciones no siempre coincidían con sus intenciones. Una y otra vez, la desconfianza en Dios llevó a la desobediencia y al castigo.

Esta desobediencia fue evidente cuando se negaron a entrar en la tierra que Dios les había prometido. Después de cuarenta días de espionaje, determinaron que los habitantes de Canaán eran demasiado formidables para intentar la conquista. Sólo dos de los doce espías, Josué y Caleb, confiaron en Dios y se animaron a seguir adelante y tomar la tierra.

Su negativa a seguir a Dios en este momento crucial dio lugar a su viaje de cuarenta años por el desierto. Parecía un castigo cruel, un año por cada día de espionaje. Pero Dios utilizó ese tiempo para prepararlos a hacer su voluntad. El castigo estaba destinado a enseñarles que la obediencia y la fe son necesarias para permanecer en una relación de pacto con Dios.

Radio Adventista
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