Sikberto R. Marks (Comentario) Lección 01 – Los Discípulos y las Escrituras – Sabado 4 de Enero

Los Discípulos y las Escrituras

Introducción del sábado de tarde

Lo que podemos valorar en el versículo arriba citado es que son las Escrituras las que testifican de Jesús. Este versículo alude al Antiguo Testamento, ya que se refiere a “ellas”, las Escrituras, como las que testifican de Jesús. Además, no podría ser diferente, pues si las Escrituras no apuntasen al Salvador, ¿quién más lo haría?

Hoy poseemos el Antiguo y el Nuevo Testamento, y tenemos también los cuatro evangelios, donde más que en otros lugares se habla de la vida y obra de Jesús como ser humano y como el Salvador aquí en la Tierra. Todos los libros, unos más que otros, hablan a respecto de Jesús, y los libros proféticos hablan que Él vendría, en especial el libro de Isaías. Los fariseos y los saduceos escudriñaron profundamente estos libros y se volvieron expertos en ellos. Más que nadie, ellos entendían respecto del futuro Mesías, al punto de volverse profesores en el asunto.

Pero cometieron un terrible y espantoso error. Cuando Jesús vino no lo reconocieron como Mesías. Más que eso, lo combatieron y hasta patrocinaron su muerte, así como estaba escrito. Como dice la lección, ellos erraron el blanco, y sus descendientes hasta hoy no aceptan a Jesús, aunque un grupo de judíos modernos ya lo ha hecho.

Hay una diferencia entre Jesús Dios y el Jesús nacido de María. El primero es alguien de suprema gloria, pero el segundo es, y debe ser, alguien de típica humildad, una persona como nosotros debemos ser. Los fariseos y los saduceos buscaron un Mesías de suprema gloria, como si el propio Dios viniese a vivir aquí. No esperaban alguien como hombre, sino como un Dios. Así fue que ellos se engañaron; esperaban a un Dios que los viniese a libertar del yugo romano.

Domingo: Jesús y la Biblia

“La Biblia no está encadenada. Se la puede llevar a la puerta de todo hombre y sus verdades pueden ser presentadas a la conciencia de todo ser humano. Hay muchos que, como los nobles bereanos, escudriñarán las Escrituras diariamente por sí mismos, cuando les sea presentada la verdad, para ver si estas cosas son así. Cristo ha dicho: “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí.” Jesús, el Redentor del mundo, manda a los hombres no sólo que lean, sino que escudriñen las Escrituras. Esta es una obra grande e importante, y nos está encomendada a nosotros, y al hacerla seremos grandemente beneficiados; porque la obediencia al mandato de Cristo no queda sin recompensa. El coronará con señales especiales de su favor este acto de lealtad que consiste en seguir la luz revelada en su Palabra” (Consejos sobre la Obra de la Escuela Sabática, pgs. 92,93).

“La niñez de Jesús, pasada en la pobreza, no había quedado contaminada por los hábitos artificiosos de un siglo corrompido. Mientras trabajaba en el banco del carpintero y llevaba las cargas de la vida doméstica, mientras aprendía las lecciones de la obediencia y del sufrimiento, hallaba solaz en las escenas de la naturaleza, de cuyos misterios adquiría conocimiento al procurar comprenderlos. Estudiaba la Palabra de Dios, y sus horas más felices eran las que, terminado el trabajo, podía pasar en el campo, meditando en tranquilos valles y en comunión con Dios, ora en la falda del monte, ora entre los árboles de la selva. El alba le encontraba a menudo en algún retiro, sumido en la meditación, escudriñando las Escrituras, o en oración” (El Ministerio de Curación, pg. 34).

Lunes: La Autoridad de las Escrituras

La Biblia no es un conjunto de escritos en la que parte es realidad y parte es mito. Jesús se refirió a ella como testimonio de sí mismo, como profecía y como relato histórico.

“La vida eterna es recibir los elementos vivientes de las Escrituras y hacer la voluntad de Dios. Esto es comer la carne y beber la sangre del Hijo de Dios. Para aquellos que hacen esto, la vida y la inmortalidad son traídas a la luz mediante el evangelio, porque la Palabra de Dios es verdad y realidad, espíritu y vida. Es el privilegio de todos los que creen en Jesucristo como su Salvador personal alimentarse de la Palabra de Dios. La influencia del Espíritu Santo entrega esa Palabra, la Biblia, como una verdad inmortal, y, para el que investiga con oración, provee tendones y músculos espirituales.

“Escudriñad las Escrituras”, declaró Cristo, “porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí”. Juan 5:39. Los que cavan por debajo de la superficie descubrirán escondidas las gemas de verdad. El Espíritu Santo está presente con el investigador ferviente. Su iluminación brilla sobre la Palabra, y fija la verdad sobre la mente con una importancia nueva y fresca. El investigador se llena con paz y gozo como nunca lo había sentido. Percibe la preciosura de la verdad más que nunca. Una nueva luz celestial brilla sobre la verdad iluminándola como si cada letra estuviera enmarcada con oro. Dios mismo habla a la mente y al corazón, transformando la Palabra en espíritu y en vida” (Recibiréis Poder, pg. 335).

La Biblia es la Palabra inmutable de Dios, que debe ser leída y obedecida. Ella transforma y santifica a quien la obedece. En ella encontramos muchas predicciones sobre Jesús, algunas que ya se cumplieron y otras que todavía están por cumplirse. Mas del 90% de las profecías bíblicas ya se cumplieron, inclusive algunas de extrema importancia sobre el nacimiento y muerte de Jesús. Queda menos de un 10%, y la parte que falta es la más relevante en el sentido de dar un final al gran conflicto del pecado. Esa parte es la que el Cielo más desea cumplir, y con seguridad la hará. Podemos creer en la Biblia, ella es la poderosa palabra de Dios, que devela el futuro por medio de profetas fieles. No hay en ella mito alguno, ni siquiera en las historias más radicales, como la creación del mundo y de Adán y Eva, del diluvio, del cruce del Mar Rojo, de la caída de Jericó, de la historia de Job y muchas otras, que en una mirada superficial parecen fantasía.

Necesitamos no solo leer más nuestra Biblia, sino profundizarnos en este libro y confiar en él. Allí está escrito nuestro futuro y el del mundo entero.

Martes: Proclamación Pública

Jesús enseñaba al pueblo las Escrituras, y debatía con los líderes judíos. En sus enseñanzas pedía que se entregasen a Él y que fuesen obedientes a los escritos. No era para que sean legalistas, como enseñaban los fariseos y saduceos. De paso, esta posición tan radical en relación principalmente a la ley, fue condenada vehemente por Jesús. Los líderes judíos habían formalizado las Escrituras, creando leyes por sobre las leyes que ya existían; fueron hechas como reglamentos acerca de cómo obedecer a las escrituras. En otras palabras, reglamentaron la Biblia, cosa que ni Dios hizo ni había necesidad alguna. Esto es legalismo, o sea, obedecer las leyes, principalmente por medio de reglas, para así ser salvo. Es la justificación por las obras, y esto está equivocado.

En sus debates con los fariseos Jesús fue frecuentemente duro y directo. Él los condenaba por imponer sobre el pueblo una carga pesada, carga que ni ellos mismos seguían al pie de la letra. La Biblia era para ser seguida como una regla de vida, no como un pesado fardo de exigencias. En sí misma, la Biblia no es un fardo, sino un alivio de esta pesada vida secular que tenemos que soportar. La vida que los judíos inventaron por sobre la Biblia estaba llena de normas, así como la vida secular hoy está llena de normas. Tenemos un formato burocrático que debemos seguir, un conjunto de reglamentos, ya sea en el tránsito, en las empresas, y muchas veces en la iglesia. Pero este no es el estilo bíblico de vida. Lo que Jesús quiso enseñar es que la Biblia contiene un pequeño conjunto de principios que, si son puestos en el corazón (es decir, en el carácter), formará una guía infalible de orientaciones para todos los momentos y situaciones. Además de esto, aún podemos contar con el poder del Espíritu Santo para guiarnos en todas las cosas (para quien así lo desea).

Miércoles: El Ministerio Personal  

Los seres humanos hacen cosas para su engrandecimiento. En general, nos esmeramos en lo que hacemos, colocamos todas nuestras capacidades y buscamos más conocimiento para mejorar nuestro desempeño, simplemente para obtener reconocimiento. Jesús actuó de modo contrario. Él no enfatizaba en sus actos, sino en las Escrituras. Cuando hacía un milagro portentoso, inexplicable para nosotros, pedía que no contasen a otros, que no lo divulgasen. Pero cuando citaba las Escrituras, lo hacía con todo énfasis para demostrar que él era el Cristo que habría de venir. Él no resaltaba lo que hacía, sino lo que era. No daba importancia a los milagros, sino daba importancia al texto sagrado que apuntaba a la vida del Mesías, que era Él mismo.

“Los samaritanos creían que el Mesías había de venir como Redentor, no sólo de los judíos, sino del mundo. El Espíritu Santo, por medio de Moisés, lo había anunciado como profeta enviado de Dios. Por medio de Jacob, se había declarado que todas las gentes se congregarían alrededor suyo; y por medio de Abrahán, que todas las naciones de la tierra serían benditas en él. En estos pasajes basaba su fe en el Mesías la gente de Samaria, El hecho de que los judíos habían interpretado erróneamente a los profetas ulteriores, atribuyendo al primer advenimiento la gloria de la segunda venida de Cristo, había inducido a los samaritanos a descartar todos los escritos sagrados excepto aquellos que habían sido dados por medio de Moisés. Pero como el Salvador desechaba estas falsas interpretaciones, muchos aceptaron las profecías ulteriores y las palabras de Cristo mismo acerca del reino de Dios” (El Deseado de Todas las Gentes, pgs. 163,164).

La autoridad de Jesús no estaba más intensamente en lo que Él hizo, sino en lo que de Él se escribió en la Biblia. Él nunca dijo que las señales testificaban de Él, sino que las Escrituras lo hacían. Nuestra base de fe no debería ser la segunda venida ni sus milagros, sino lo que la Biblia dice sobre su Primera y sobre su Segunda venida.

Jueves: La Generación Siguiente

La iglesia conoció la generación de Cristo y conoció las siguientes. Jesús vivió fundamentando sus palabras en las Escrituras. Y la generación siguiente, la de los apóstoles que conocieron al Maestro, hicieron la misma cosa: todo lo que podía motivar alguna especulación o dudas, era fundamentado en la Biblia, o sea en el Antiguo Testamento, pues sólo existía ese.

Por ejemplo, encontraron en la Biblia el fundamento para la venida de Juan el Bautista como el segundo Elías, para la venida principalmente de Jesús como el Mesías, y hasta para la traición de Judas. Hay textos que fundamentan el hecho de la muerte de Jesús. Hay profecías que informan sobre el tiempo de los judíos y el tiempo de los gentiles, sobre la entrada de Jesús en el lugar santísimo, y así sucesivamente. Hoy, de los temas importantes a resolver, tenemos el adecuado fundamento en las Escrituras.

“Ha de meditarse cuidadosamente sobre la vida de Cristo, y estudiarla constantemente con el deseo de entender la razón por la cual tuvo que venir. Sólo podemos formular nuestras conclusiones mediante el escudriñamiento de las Escrituras, tal como Cristo nos ha ordenado hacerlo cuando dice, “ellas son las que dan testimonio de mí”. Podemos encontrar mediante la investigación de la Palabra las virtudes de la obediencia en contraste con la pecaminosidad de la desobediencia. “Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos” (El Cristo Triunfante, pg. 26).

“Sea la Palabra la guía y la regla de conducta para ustedes. Ella les enseñará modales corteses, conducta piadosa y juicio certero. Estudien la Palabra. Cuando estén en perplejidad escudriñen la Palabra en busca de la instrucción que se ajuste al caso de ustedes. Busquen al Señor para que los oriente. Nunca codicien lo que el Señor prohíbe en su Palabra, y traten de hacer siempre aquello que su Palabra requiere. “Escudriñad las escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí”. Juan 5:39 (Alza tus Ojos, pg. 85).

Resumen y Aplicación – Viernes, día de preparación para el santo sábado:

a) Síntesis de los principales puntos de la lección

  • ¿Cuál es el asunto principal?

Es Jesús en las Escrituras. Por la lectura bíblica podemos encontrar tanto al Ser Superior, aquel que sacó a su pueblo de Egipto y que antes había formado a Adán y a Eva, como al Ser Humano, el Hijo de Dios, aquel mortal que vino a vivir humildemente entre nosotros y a morir en nuestro lugar.

  • ¿Cuáles son los tópicos relevantes?

Debemos incorporar las Escrituras a nuestra vida diaria, para enriquecernos, santificarnos y para dar un conveniente testimonio personal en cada momento.

  • ¿Descubrió Ud. otros puntos a destacar?

b) ¿Qué cosas importante podemos aprender de este estudio?

Necesitamos colocar a Jesús en el primer lugar en nuestra vida. Si nuestra espiritualidad depende más de los sermones, de la motivación, de la música, de los videos, etc. que de la lectura de la Biblia y del  conocimiento sobre Jesús en ellas explicado, entonces hay una necesidad de urgente cambio. Nuestra fe debe estar afirmada no en lo que otros dicen o hacen, sino en la lectura directa de las Sagradas Escrituras y de la experiencia que tenemos nosotros con Dios.

  • ¿Qué aspecto puedo destacar a partir de mi estudio?

c) ¿Qué cuidados debemos tomar a partir de este estudio?

Necesitamos volvernos dependientes de las Escrituras; nuestra vida debe ser un reflejo de ellas, así como fue la vida de Jesús; después de todo, Él es nuestro ejemplo.

  • ¿Qué me propongo reforzar, si fuese bueno, o cambiar, si fuese malo, en mi vida?

d) Comentario de Ellen G. White

“Entre los judíos hay algunos que, como Saulo de Tarso, son poderosos en las Escrituras, y éstos proclamarán con poder la inmutabilidad de la ley de Dios. El Dios de Israel hará que esto suceda en nuestros días. No se ha acortado su brazo para salvar. Cuando sus siervos trabajen con fe por aquellos que han sido mucho tiempo descuidados y despreciados, su salvación se revelará” (Hechos de los Apóstoles, pg. 306).

e) Conclusión General

Necesitamos, otra vez, volver a ser la iglesia de la Biblia, pues ya no lo somos más. En gran medida, somos la iglesia del oir . No podemos salvarnos oyendo sermones y asistiendo a la Escuela Sabática. Necesitamos estar más involucrados y ser más activos.

¿Cuál es el punto más relevante al que llegué con este estudio?

sikberto renaldo marksAutor: Sikberto Renaldo Marks

Escrito entre el 22 y el 28/11/2013
Revisado el 29/11/2013
Corregido por Jair Bezerra
Traducido por Ronald A. Aguilar / ronald.sap@gmail.com

Radio Adventista
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