Cada día Dios nos regala el aliento, para que podamos alabarlo, honrarlo
y glorificarlo. Pero ¿cómo podemos hacerlo, si no nos preocupamos por
nuestro cuerpo? Dios ha compartido con nosotros, a través de Elena de
White, sus leyes de salud. ¿Somos capaces de dejarnos gobernar por estas
leyes, a través del Espíritu Santo, que habita en nuestros corazones? La
manera en que tratamos a nuestro cuerpo ahora determina cómo pasaremos
nuestros días cuando seamos mayores. Dios puede usarnos solamente
si el templo de nuestro cuerpo está saludable. Él nos ama, y quiere
que vivamos con él por la eternidad. Por eso, decidamos vivir una vida más
sana y feliz, para él. Recordemos que fuimos comprados por un precio.
Glorifiquemos a Dios con nuestro cuerpo (1 Corintios 6:20).
EXELENTE LA LECCIÓN DIOS LOS BENDIGA