Lección 7: Edición Adultos “La crisis continúa” Para el 14 de noviembre de 2015

Cuarto trimestre (octubre-diciembre) de 2015

“La crisis continúa”

Lección 7: para el 14 de noviembre de 2015

Sábado 7 de noviembre

Lee Para el Estudio de esta Semana: Jeremías 9; 10:1-15; Romanos 1:25; Jeremías 26; Hechos 17:30; 5:34-41.

Para Memorizar: “Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová” (Jer. 9:24).

La mayor parte del libro de Jeremías trata con los desafíos y las luchas que tuvo el profeta al tratar de conseguir que el pueblo escuchara las palabras que Dios estaba procurando trasmitirles por amor y preocupación por ellos.

Imagínate lo que habría sucedido si la gente hubiese escuchado a Jeremías, y hubiera aceptado la advertencia del profeta. Si hubiesen escuchado –si la gente, los reyes y los líderes se hubieran arrepentido y humillado ante Dios− la terrible crisis no habría ocurrido. La oportunidad para el arrepentimiento estaba ante ellos. Aun después de haber hecho tanto mal, cometido tantas equivocaciones, la puerta de la salvación estaba abierta; pero rehusaron entrar por ella.

Es muy fácil para nosotros hoy sacudir la cabeza ante la dureza de sus corazones. “Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos” (1 Cor. 10:11). Tenemos estos ejemplos ante nosotros; ¿qué aprendemos de ellos?

 

Domingo 8 de noviembre:

El que se hubiere de alabar…

En Jeremías 9, el profeta comenzó su lamentación, porque veía la catástrofe inevitable que se venía sobre su país y su pueblo. Dios pronunció juicios sobre Jerusalén, y cuando Dios dice algo, lo hace. Lo que ellos afrontarían no sería algo accidental, algo simplemente inexplicable y terrible que ocurre de tiempo en tiempo. No, lo que afrontarían sería el juicio directo de Dios. Y darse cuenta de esto hacía que Jeremías estuviera muy triste. Sin embargo, su tristeza era solo un débil reflejo del dolor que Dios debe de haber sentido.

Aunque el contexto es diferente, la siguiente cita capta muy bien la idea: “La cruz es, para nuestros sentidos entorpecidos, una revelación del dolor que, desde su comienzo, produjo el pecado en el corazón de Dios. Le causan pena toda desviación de la justicia, todo acto de crueldad, todo fracaso de la humanidad para alcanzar su ideal. Se dice que, cuando sobrevinieron a Israel las calamidades que eran el seguro resultado de la separación de Dios –sojuzgamiento a sus enemigos, crueldad y muerte–, Dios ‘fue angustiado a causa de la aflicción de Israel’. ‘En toda angustia de ellos fue angustiado… Y los levantó todos los días de la antigüedad” (Ed 263).

Lee Jeremías 9, el triste lamento del profeta. Concéntrate especialmente en los versículos 23 y 24. ¿Por qué esas palabras son tan relevantes para nosotros hoy?

Se ha dicho que en lo que respecta a la muerte, todos somos como una “ciudad no amurallada”. La sabiduría, el poder y las riquezas tienen su lugar, pero confiar en estas cosas, especialmente en medio de una catástrofe, o cuando la muerte se asoma, no tiene fruto ni sentido. En medio de estas advertencias acerca de la ruina, se le dice a la gente lo que realmente importa, y eso es conocer y entender por sí mismos, por lo menos hasta el grado que se pueda, la misericordia, la justicia y la bondad de Dios. ¿Qué otra cosa hay que nos dé consuelo y esperanza cuanto todo lo terrenal, todo lo humano, incluyendo nuestra propia carne, nos falla?

¿Qué nos dice la Cruz acerca de la misericordia, la justicia y la rectitud de Dios?

 

Lunes 9 de noviembre:

¿Criaturas o el creador?

Como ya hemos visto, el pueblo de Dios había sido llamado para ser diferente de las naciones de alrededor, sumergidas en el paganismo, la idolatría y las falsas enseñanzas. Muchas de las advertencias de los primeros cinco libros de Moisés fueron dirigidas especialmente contra seguir las prácticas de sus vecinos. En cambio, los israelitas debían testificar ante el mundo acerca de Dios como Creador y Redentor. Lamentablemente, mucha de la historia del Antiguo Testamento es la historia de cómo fueron atraídos a diversas prácticas contra las que habían sido advertidos.

Lee Jeremías 10:1 al 15. ¿Qué le dice Dios a su pueblo aquí? Si hoy se diera esta misma amonestación, en nuestro tiempo y cultura, ¿cómo estaría escrita?

Jeremías le está diciendo al pueblo lo que ya debían saber: estos dioses paganos son solo creaciones humanas, resultados de la imaginación deformada por los demonios. Este es un ejemplo claro de lo que Pablo, escribiendo siglos más tarde, quería decir cuando escribió de aquellos que “cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén” (Rom. 1:25).

Nota aquí cómo Pablo contrasta la creación con el Creador. Este mismo contraste se presenta en estos versículos de Jeremías, que hablan acerca de la impotencia y la debilidad de esos “dioses” en contraste con el Dios verdadero. En todos estos textos, Jeremías está tratando de mostrar a la gente cuán necio es poner la confianza en estas cosas, que son incapaces de hacer nada. Todo esto en contraposición con el Dios Creador, quien no solo creó el mundo sino también lo sostiene con su poder (Heb. 1:3).

Aunque estos textos son antiguos, el mensaje todavía es relevante. Podremos no ser tentados a inclinarnos y adorar estatuas hechas por hombres; y no muchos de nosotros estamos angustiados por las señales en los cielos. En cambio, todavía es fácil poner nuestra confianza en cosas que no pueden salvarnos más de lo que pudieron los ídolos salvar a Judea en el día del juicio.

¿Cuáles son algunas cosas en las que, si no somos cuidadosos, podemos confiar más de lo que deberíamos?

 

Martes 10 de noviembre:

Un llamado al arrepentimiento

Lee Jeremías 26:1 al 6. ¿Qué esperanza le ofrece Dios al pueblo aquí?

El mensaje aquí era el mismo que está en toda la Biblia, en el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento: el llamado al arrepentimiento, a apartarnos de nuestros pecados y a encontrar la salvación que Dios ofrece a todos.

¿Cuál es el mensaje de los siguientes textos? 2 Crón. 6:37-39; Eze. 14:6; Mat. 3:2; Luc. 24:47; Hech. 17:30.

“Todos los habitantes de Judá eran personas sin méritos y, sin embargo, Dios no quería renunciar a ellos. Por su medio, el nombre de él debía ser ensalzado entre los paganos. Muchos que desconocían por completo sus atributos habían de contemplar todavía la gloria del carácter divino. Con el propósito de presentar claramente sus designios misericordiosos, seguía enviando a sus siervos los profetas con el mensaje: ‘Volveos ahora de vuestro mal camino’ (Jer. 25:5). ‘Por amor de mi nombre dilataré mi furor, y para alabanza mía te reprimiré para no destruirte’. ‘Por mí, por amor de mí lo haré, para que no sea mancillado mi nombre, y mi honra no la daré a otro’ (Isa. 48:9, 11)” (PR 235).

En ambos Testamentos, el mensaje de Dios es el mismo también para todos nosotros: somos pecadores, hemos hecho el mal, merecemos el castigo. Pero, por medio de la Cruz de Cristo, por medio de la muerte expiatoria de Jesús, Dios trazó el camino para que todos podamos ser salvos. Necesitamos reconocer nuestra pecaminosidad, necesitamos reclamar por fe los méritos de Jesús, que se nos dan libremente a pesar de nuestra indignidad, y necesitamos arrepentirnos de nuestros pecados. Y por supuesto, el verdadero arrepentimiento incluye poner el pecado fuera de nuestras vidas por la gracia de Dios.

No importa lo que hayamos hecho, podemos arrepentirnos de nuestros pecados y ser perdonados. Esta es la gran provisión del evangelio. ¿De qué pecados necesitas arrepentirte ahora mismo?

 

Miércoles 11 de noviembre:

El llamado para muerte

Mirando atrás, desde nuestra perspectiva, es difícil creer cuán duro era el corazón de del pueblo. Como vimos en la sección de ayer, el mensaje de Jeremías –aunque fuerte− estaba lleno de esperanza. Si se arrepentían, Dios habría desviado el horrible castigo que, basado en las promesas y las maldiciones del pacto, vendría sobre ellos. Si solo hacían lo que debían hacer, si solo obedecían a Dios y lograban la bendición que trae la obediencia, todo estaría bien. Dios perdonaría, Dios sanaría, Dios restauraría. La provisión del evangelio, que finalmente vendría mediante el sacrificio de Jesús, sería suficiente para perdonar todos sus pecados y restaurarlos.

¡Qué mensaje de esperanza, promesa y salvación!

¿Cuál fue la contestación que dieron a Jeremías y su mensaje? (Ver Jer. 26:10, 11).

En Israel, solo una corte legalmente reunida podía pronunciar una sentencia de muerte. Solo el voto de la mayoría de los jueces era aceptable para la sentencia de muerte. Los sacerdotes y los profetas persiguieron a Jeremías con sus acusaciones mortales. Los que se oponían a él querían presentarlo como un criminal político y como traidor.

¿Cuál fue la respuesta de Jeremías? (Jer. 26:13-15).

Jeremías no se retractó. Con la amenaza de muerte ante él, el profeta, tal vez con algún temor, no acotó una sola palabra del mensaje que había recibido de Dios, quien especialmente le había advertido al comienzo que no retuviera ninguna palabra (Jer. 26:2). De este modo, en contraste con el Jeremías que a veces estaba quejándose, llorando y maldiciendo el día de su nacimiento, aparece ahora como un hombre de Dios manteniéndose firme en sus convicciones.

¿Cuándo fue la última vez que tuviste que mantenerte fielmente, con algún costo personal, en favor de la verdad como es en Jesús? Si nunca tuviste que hacerlo, ¿cuál es el problema?

 

Jueves 12 de noviembre:

Jeremías escapa

Como vimos ayer, cualesquiera fueran sus temores o sus emociones, Jeremías se mantuvo firme, aunque percibía la muerte potencial que su posición podría traerle. Advirtió a los príncipes y al pueblo, muy claramente, que si lo mataban afrontarían el castigo por derramar sangre inocente (Jer. 26:15). Jeremías sabía que él no era culpable de las acusaciones contra él.

Lee Jeremías 26:16 al 24. ¿Cómo escapó Jeremías de la muerte?

Es fascinante que los sacerdotes y los profetas, los que se suponía que debían ser los líderes espirituales, tuvieran que ser reprendidos y desafiados por meros “ancianos” y gente común, que salieron en defensa de Jeremías. Recordaron el caso de Miqueas, que había vivido un siglo antes de Jeremías, en Israel. El rey no hirió a Miqueas, sino que escuchó su consejo, toda la nación se arrepintió, y se evitó ese desastre, por lo menos por un tiempo. Ahora, en los días de Jeremías, este pueblo más sabio que sus líderes quería evitarle a la nación el cometer un gran error al matar al profeta de Dios.

La liberación enfatizó que Jeremías no era culpable de aquello de que se lo acusaba. Sin embargo, el odio de los sacerdotes y profetas se hizo más fuerte. La ira y el deseo de vengarse crecieron en ellos de tal modo que en otro momento golpearían a Jeremías con toda su furia. Su liberación significaba solo un momento de tranquilidad para el profeta; no estaba completamente fuera de peligro.

Lo que podemos ver aquí es un ejemplo del modo en que algunas personas aprendieron lecciones de su pasado mientras que otras, conociendo la misma historia, rehusaron aprender las mismas lecciones. Podemos ver algo similar sucediendo siglos más tarde, con el fariseo Gamaliel y su advertencia a los otros líderes con respecto a cómo manejar a los seguidores de Jesús.

Lee Hechos 5:34 al 41. ¿Qué paralelos existen entre esto y lo que le sucedió a Jeremías? Pero, más importante, ¿qué lecciones podemos aprender de la historia y de los errores de aquellos que estuvieron antes que nosotros?

 

Viernes 13 de noviembre

Para Estudiar y Meditar:

“En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros” (1 Juan 3:16). Sin duda podemos mirar la naturaleza, las relaciones humanas y las maravillas de la creación misma y obtener una vista del amor de Dios, por mucho que el pecado haya dañado esa creación así como nuestra habilidad para apreciarla o aún leerla correctamente. Pero, en la cruz, los velos fueron quitados y el mundo recibió la más clara y fuerte revelación posible de ese amor, un amor tan grande que llevó a Elena de White a llamarla “la separación de los poderes divinos” (“Comentarios de Elena G. de White”, CBA, 7:935, 936).

¿La separación de los poderes divinos?

Tan grande era el amor de Dios por nosotros que la Deidad, quienes se amaban desde la eternidad, soportaron esta “separación” a fin de redimirnos. “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mat. 27:46) es la expresión más clara y poderosa de esa “separación”, de lo que costó salvarnos. Aquí, podemos ver otra vez el dolor y el sufrimiento que Dios soportó por causa de nuestro pecado.

No es extraño, entonces, que “nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero” (1 Juan 4:19). Por supuesto, como humanos caídos solo imitamos ese amor, y aun esa imitación a menudo es desfigurada por nuestro propio egoísmo y deseos pecaminosos. El amor de Dios trasciende el nuestro; reflejamos el amor de Dios de la manera en que un charco de barro con aceite refleja el cielo.

Preguntas para Dialogar:

  1. Aunque muchos de nosotros hoy no adoramos animales u objetos de la naturaleza en la forma en que lo hicieron los antiguos, ¿de qué maneras estamos en peligro de hacer un ídolo o un dios de la naturaleza misma?
  2. ¿Cuál es la función del arrepentimiento en la vida de un cristiano? Es decir, fuera del arrepentimiento inicial cuando primero aceptamos a Jesús, ¿qué función sigue teniendo el arrepentimiento en la vida de fe?
  3. Trata de envolver tu mente alrededor de la idea de la “separación de los poderes divinos”. ¿En qué sentido hemos de entender esto? Aunque no nos diga otra cosa, ¿qué nos dice acerca de cuán mortal y costoso es el pecado?
jeremias escuela sabatica 4° trimestre 2015
Radio Adventista
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