Lección 5 Edicion Adultos: “La fe de Abraham” Para el 4 de noviembre de 2017

Cuarto trimestre (octubre-diciembre) de 2017

“La fe de Abraham”

Lección 5: – Para el 4 de noviembre de 2017

 

Sábado 28 de octubre

Lee Para el Estudio de esta Semana: Gén. 15:6; 2 Sam. 11, 12; Rom. 3:20, 31; 4:1–17; Gál. 3:21–23; 1 Juan 3:4.

Para Memorizar: “¿Luego por la fe invalidamos la ley? En ninguna manera, sino que confirmamos la ley” (Rom. 3:31).

De muchas maneras Romanos 4 pone el cimiento de la doctrina bíblica de la salvación solo por la fe y llega al corazón de lo que inició la Reforma. De hecho, esta semana se cumplen quinientos años de lo que comenzó con Lutero, y los protestantes fieles nunca han mirado hacia atrás.

Al usar a Abraham (el modelo de la santidad y la virtud) como ejemplo de alguien que necesitaba ser salvo por la gracia sin las obras de la ley, Pablo no les dejó ningún margen para malentendidos a los lectores. Si nuestras mejores obras y el cumplimiento de la ley no bastan para justificarnos delante Dios, ¿qué esperanza tienen los demás? Si tenía que ser por gracia con Abraham, tiene que ser igual con todos los demás, judíos y gentiles.

En Romanos 4 Pablo revela tres etapas importantes en el plan de salvación: (1) la promesa de la bendición divina (la promesa de la gracia), (2) la respuesta humana a esa promesa (la respuesta de la fe) y (3) el pronunciamiento divino de la justicia acreditado a los que creen (justificación). Así es como funcionó con Abraham, y así es como funciona con nosotros.

Es fundamental recordar que para Pablo, la salvación es por gracia; es algo que se nos concede, por más que no lo merezcamos. Si la mereciéramos, entonces nos correspondería, y si nos correspondiera, es algo que se nos debe y no un regalo. Y para los seres corruptos y caídos como somos, la salvación tiene que ser un regalo.

Para demostrar lo que piensa sobre la salvación solo por fe, Pablo cita Génesis 15:6: “Abram creyó al Señor, y el Señor lo reconoció a él como justo” (NVI). Aquí está la justificación por la fe en una de las primeras páginas de la Biblia.

 

Domingo 29 de octubre:

La ley

Lee Romanos 3:31. ¿Cuál es el argumento de Pablo? ¿Por qué es importante para nosotros como adventistas?

En este pasaje Pablo declara enfáticamente que la fe no anula la ley de Dios. Pero incluso aquellos que guardaban la ley, incluido todo el conjunto de leyes del Antiguo Testamento, nunca se salvaron por ella. La religión del Antiguo Testamento, como la del Nuevo, siempre se basó en la gracia de Dios dada a los pecadores mediante la fe.

Lee Romanos 4:1 al 8. ¿De qué modo esto demuestra que incluso en el Antiguo Testamento, la salvación era por la fe y no por las obras de la ley?

Según este relato del Antiguo Testamento, Abraham fue contado como justo porque le “creyó a Dios”. Por lo tanto, el Antiguo Testamento mismo enseña la justificación por la fe. Por consiguiente, cualquier inferencia de que la fe “anula” (del griego katargeo: “vuelve inútil”, “invalida”) la ley es falsa; la salvación por fe y la gracia se enseñan como parte integral del Antiguo Testamento. Por ejemplo, ¿qué era todo el ritual del santuario, sino una representación de cómo se salvan los pecadores, no por sus obras sino por la muerte de un sustituto en su lugar?

Además, ¿qué otra cosa puede explicar la manera en que David fue perdonado después de la sórdida aventura con Betsabé? Por supuesto que no fue la ley la que lo salvó, porque violó tantos principios de la ley, que esta lo condenaba en varios puntos. Si David tuviese que salvarse mediante la ley, entonces David de ningún modo sería salvo.

Pablo presenta la restauración de David al favor divino como un ejemplo de la justificación por la fe. El perdón era un acto de la gracia de Dios. Aquí, pues, hay otro ejemplo en el Antiguo Testamento de la justificación por la fe. De hecho, por más que muchos del antiguo Israel fuesen legalistas, la religión judía siempre fue una religión de gracia. El legalismo era una perversión de ella, no su fundamento.

Medita por unos minutos en el pecado y la restauración de David (2 Sam. 11, 12, Sal. 51). ¿Qué esperanza puedes obtener de esa triste historia? ¿Qué lección enseña acerca de cómo debemos tratar a los miembros de iglesia que han caído?

 

Lunes 30 de octubre:

¿Deuda o gracia?

La cuestión que Pablo aborda es mucho más que teológica. Llega al corazón y al alma de la salvación y de nuestra relación con Dios. Si alguien cree que tiene que ganarse la aceptación (que debe alcanzar un cierto grado de santidad antes de ser justificado y perdonado), entonces es muy natural que fije su vista en sí mismo y contemple sus obras. La religión puede volverse extremadamente egocéntrica, y esta es una de las últimas cosas que alguien necesita.

En cambio, si alguien vislumbra la gran noticia de que la justificación es un don de Dios totalmente inmerecido, ¿cuánto más fácil y natural es que esa persona fije sus ojos en el amor y la misericordia de Dios en vez de en sí misma?

Y en última instancia, ¿quién tiene más probabilidades de reflejar el amor y el carácter de Dios: el que está absorto en sí mismo o el que está absorto en Dios?

Lee Romanos 4:6 al 8. ¿Cómo amplía Pablo el tema de la justificación por la fe?

“El pecador debe ir a Cristo con fe, aferrarse de sus méritos, poner sus pecados sobre Aquel que los lleva y recibir su perdón. Debido a esto vino Cristo al mundo. Así se imputa la justicia de Cristo al pecador arrepentido que cree. Llega a ser miembro de la familia real” (MS 1:252).

Pablo luego sigue explicando que la salvación por la fe no es solo para los judíos sino también para los gentiles (Rom. 4:9-12). De hecho, si quieres hilar delgado al respecto, Abraham no era judío; tenía una ascendencia pagana (Jos. 24:2). La distinción gentil-judía no existía en esa época. Cuando Abraham fue justificado (Gén. 15:6), ni siquiera estaba circuncidado. Por lo tanto, Abraham llegó a ser el padre tanto de los incircuncisos como de los circuncisos, al igual que un gran ejemplo para que Pablo lo use para presentar su opinión sobre la universalidad de la salvación. La muerte de Cristo fue para todos, independientemente de la raza o la nacionalidad (Heb. 2:9).

En vista de la universalidad de la cruz y de lo que la cruz nos muestra sobre el valor de cada ser humano, ¿por qué el prejuicio racial, étnico o nacional es algo tan horrible? ¿Cómo podemos aprender a reconocer la existencia de prejuicios en nosotros y, por la gracia de Dios, eliminarlos de nuestra mente?

 

Martes 31 de octubre:

La promesa

Un día como hoy, hace quinientos años, Martín Lutero colgó sus 95 tesis en la pared de la iglesia de Wittenberg. Qué fascinante es que el tema de hoy también llegue al corazón de la salvación por la fe.

En Romanos 4:13, se contrastan la “promesa” y la “ley”. Pablo intenta establecer un contexto veterotestamentario para su doctrina de la justificación por la fe. Halla un ejemplo en Abraham, a quien todos los judíos aceptaban como su antepasado. La aceptación o la justificación le había llegado a Abraham totalmente aparte de la ley. Dios le prometió a Abraham que él iba a ser “heredero del mundo”. Abraham creyó en esta promesa; es decir, aceptó la responsabilidad que implicaba. Como resultado, Dios lo aceptó y obró a través de él para salvar al mundo. Este sigue siendo un poderoso ejemplo de cómo funcionaba la gracia en el Antiguo Testamento, e indudablemente es por eso que lo usó Pablo.

Lee Romanos 4:14 al 17. ¿De qué modo Pablo sigue mostrando que la salvación por la fe era esencial en el Antiguo Testamento? (Ver además Gál. 3:7-9.)

Como se dijo al principio, es importante recordar a quiénes les está escribiendo Pablo. Estos creyentes judíos estaban inmersos en la ley del Antiguo Testamento, y muchos habían llegado a creer que su salvación dependía de lo bien que guardaban la ley, aunque eso no era lo que enseñaba el Antiguo Testamento.

Para tratar de remediar esta idea errónea, Pablo argumenta que Abraham recibió las promesas incluso antes de la ley del Sinaí, no por las obras de la ley (lo que hubiese sido difícil, ya que la ley [toda la Torá y el sistema ceremonial], no existía todavía) sino por la fe.

Aun si Pablo se refiriera aquí a la ley moral exclusivamente, que en principio existía incluso antes del Sinaí, el planteamiento sigue siendo el mismo. ¡Tal vez aún más! El hecho de tratar de recibir las promesas de Dios a través de la ley, dice, anula la fe, y hasta la inutiliza. Esas son palabras fuertes, pero lo que quiere destacar es que la fe salva y que la ley condena. Está tratando de mostrar la futilidad de procurar la salvación a través de lo mismo que lleva a la condenación. Todos nosotros, judíos y gentiles, hemos violado la ley y, por lo tanto, todos necesitamos lo mismo que Abraham: la justicia salvífica de Jesús que se nos atribuye mediante la fe, la verdad que finalmente llevó a la Reforma Protestante.

 

Miércoles 1 de noviembre:

La ley y la fe

Como vimos ayer, Pablo mostró que el trato de Dios con Abraham probó que la salvación viene a través de la promesa de la gracia y no a través de la ley. Por lo tanto, si los judíos deseaban ser salvos, tendrían que abandonar la confianza en sus obras para salvarse y aceptar la promesa abrahámica, que ahora se cumplió con la venida del Mesías. En realidad es lo mismo para todo judío o gentil que piense que sus “buenas” obras son todo lo que se necesita para hacerlo justo delante Dios.

“El principio de que el hombre puede salvarse por sus obras, [es el] fundamento de toda religión pagana […]. Doquiera se lo adopte, los hombres no tienen defensa contra el pecado” (DTG 26).¿Qué significa esto? ¿Por qué la idea de que podemos salvarnos a nosotros mismos a través de nuestras obras nos deja tan expuestos al pecado?

¿Cómo explicó Pablo la relación entre la ley y la fe en Gálatas? Gálatas 3:21 al 23.

Si hubiese habido una ley que pudiera impartir vida, indudablemente habría sido la ley de Dios. Y sin embargo, Pablo dice que ninguna ley puede dar vida, ni siquiera la de Dios, porque todos han violado esa ley, y por lo tanto esta los condena a todos.

Pero la promesa de fe, que se reveló más plenamente por medio de Cristo, libera, a todo el que cree, de tener que estar “bajo la ley”; es decir, a los que están condenados y agobiados por tratar de obtener la salvación mediante la ley. La ley se convierte en una carga cuando se presenta sin fe, sin gracia, porque sin fe, sin gracia, sin la justicia que viene por la fe, estar bajo la ley significa estar bajo la carga y la condenación del pecado.

¿Cuán importante es la justificación por la fe en tu caminar con Dios? Es decir, ¿qué puedes hacer para asegurarte de que no quede empañada por otros aspectos de la verdad hasta el punto de perder de vista esta enseñanza fundamental? A fin de cuentas, ¿de qué sirven las demás doctrinas sin esta?

 

Jueves 2 de noviembre:

La ley y el pecado

A menudo escuchamos decir que en el nuevo pacto la ley ha sido abolida, y luego se citan versículos que supuestamente prueban esa idea. Sin embargo, la lógica detrás de esa declaración no es muy sólida, ni tampoco su teología.

Lee 1 Juan 2:3 al 6, 3:4, y Romanos 3:20. ¿Qué nos dicen estos versículos sobre la relación entre la ley y el pecado?

Hace algunos siglos, el escritor irlandés Jonathan Swift escribió: “¿Pero alguien diría que si una ley del Parlamento excluyera las palabras beber, engañar, mentir, robar de la lengua inglesa y de los diccionarios, a la mañana siguiente todos nos despertaríamos siendo temperantes, honestos y justos, y amantes de la verdad? ¿Es esto una consecuencia razonable?”-J. Swift, A Modest Proposal and Other Satires, p. 205.

De la misma manera, si la ley de Dios ha sido abolida, entonces ¿por qué la mentira, el asesinato y el robo siguen siendo pecaminosos o malos? Si se cambió la ley de Dios, entonces la definición de pecado también debe cambiar. O si la ley de Dios fue abolida, entonces el pecado, ¿también debe abolirse, y quién cree en eso? (Ver además 1 Juan 1:7-10, Sant. 1:14, 15.)

En el Nuevo Testamento, se manifiestan tanto la ley como el evangelio. La ley muestra lo que es el pecado; el evangelio apunta al remedio para ese pecado, que es la muerte y la resurrección de Jesús. Si no hay ley, no hay pecado, y entonces, ¿de qué somos salvos? El evangelio tiene sentido solamente en el contexto de la ley, y de su validez permanente.

A menudo oímos que la cruz anuló la ley. Eso es bastante irónico, porque la cruz muestra que la ley no puede ser abrogada ni cambiada. Si Dios no abrogó, y ni siquiera cambió la ley antes de que Cristo muriera en la cruz, ¿por qué lo haría después? ¿Por qué no se deshizo de la ley después que la humanidad pecó para así ahorrarle a la humanidad el castigo legal que causa la violación de la ley? De ese modo, Jesús nunca hubiera tenido que morir. La muerte de Jesús muestra que si la ley pudiera haber sido cambiada o abrogada, debería haberse cambiado o abrogado antes de la cruz, no después. Por ende, no hay nada que demuestre más la validez permanente de la ley que la muerte de Jesús, muerte que se produjo precisamente porque no se podía cambiar la ley. Si la ley hubiera podido cambiarse para hacer frente a nuestra condición caída, ¿no habría sido esta una mejor solución para el problema del pecado a que Jesús tenga que morir?

Si no hubiera ninguna ley divina contra el adulterio, el acto, ¿causaría menos dolor y daño que ahora a los que son víctimas de él? ¿En qué medida tu respuesta te ayuda a entender por qué la ley de Dios sigue vigente? ¿Cuál ha sido tu propia experiencia con las consecuencias de violar la ley de Dios?

 

Viernes 3 de noviembre

Para Estudiar y Meditar:

Lee Elena G. de White, Mensajes selectos, t. 1, “Cristo, el centro del mensaje”, p. 454; Patriarcas y profetas, “El llamamiento de Abraham”, pp. 117-120; “La ley y los dos pactos”, pp. 378-380; El Deseado de todas las gentes, “El Sermón del Monte”, pp. 273-275; “Controversias”, p 560; “Consumado es”, pp. 710-712.

Al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda (4:4). El apóstol aquí explica el pasaje citado (Gén. 15:4-6) para concluir y probar que la justificación es por la fe y no por las obras. Esto lo hace primero explicando el significado de las palabras ‘le fue contado por justicia’. Estas palabras explican que Dios recibe (a los pecadores) por gracia y no por sus obras”.- M. Lutero, Commentary on Romans, p. 82.

“Si Satanás puede lograr que el hombre valore sus propias obras como obras de mérito y justicia, sabe que puede vencerlo mediante sus tentaciones y hacer de él su víctima y su presa […]. Aspergen los postes de las puertas con la sangre del Cordero del Calvario, y estarán a salvo” (RH, 3 de septiembre de 1889).

Preguntas para Dialogar:

  1. ¿Por qué es tan importante entender la salvación solo por la fe sin las obras de la ley? ¿De qué clase de errores puede protegernos ese conocimiento? ¿Qué peligros les aguardan a aquellos que pierden de vista esta enseñanza bíblica fundamental?
  2. ¿Qué otras razones puedes dar de la validez permanente de la ley de Dios, aun cuando entendemos que la ley y la obediencia a ella no es lo que nos salva?
  3. La cuestión de fondo en el corazón de la Reforma es: ¿Cómo somos salvos? ¿De qué modo podemos hablar abierta y francamente de la diferencia entre protestantes y católicos sobre este importante tema, sin atacar personalmente a nadie?
  4. Como pecadores justificados, somos receptores de la gracia y del favor inmerecido de Dios, contra quien pecamos. ¿Cómo influirá este hecho en nuestro trato con los demás? ¿Cuán llenos de gracia y de favor estamos hacia aquellos que nos han ofendido y que realmente no merecen nuestra gracia ni favores?
Radio Adventista
2 comments… add one
  • Necesito leccion del tercer trimestre

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  • muy bonito bendiciones

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