Lección 10 Edición Adultos. “La ira de Eliú” Para el Sábado 3 de Diciembre 2016

Cuarto trimestre (octubre-diciembre) de 2016

“La ira de Eliú”

Lección 10:  Para el 3 de diciembre de 2016

 

Sábado 26 de noviembre

Lee Para el Estudio de esta Semana: Job 13:28; Job 28:28; Job 32:1-5; Job 34:10-15; Ezequiel 28:12-17; Job 1-2:10.

Para Memorizar: “Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos” (Isa. 55:9).

Y así sigue la batalla verbal entre Job y estos tres hombres, con palabras que, a veces, son profundas, hermosas, sólidas y verdaderas. Cuán a menudo las personas citan frases del libro de Job, incluso dichos de Elifaz, de Bildad o de Zofar. Y eso es porque, como hemos visto una y otra vez, ellos tenían muchas cosas buenas para decir. Solo que no lo hacían en el lugar oportuno, en el momento preciso, en las circunstancias adecuadas. Esto debería enseñarnos la verdad poderosa de este pasaje de Proverbios 25:11 al 13.

“Manzana de oro con figuras de plata
es la palabra dicha como conviene.
Como zarcillo de oro y joyel de oro fino
es el que reprende al sabio que tiene oído dócil.
Como frío de nieve en tiempo de la siega,
así es el mensajero fiel a los que lo envían,
pues al alma de su señor da refrigerio.

Lamentablemente, estas no fueron las palabras que Job escuchó de sus amigos. De hecho, el problema se puso peor porque, en vez de ser solo tres las personas que hablaban equivocadamente, apareció una nueva en la escena.

 

Domingo 27 de noviembre:

Consoladores miserables

Aun después de la poderosa expresión de fe de Job (Job 13:15, 16), el combate verbal continuó. En el transcurso de muchos capítulos, los hombres van y vienen, planteando muchas preguntas profundas e importantes acerca de Dios, el pecado, la muerte, la justicia, la maldad, la sabiduría y la naturaleza efímera de la humanidad.

¿Qué verdades se expresan en los siguientes textos del libro de Job? 13:28; 15:14-16; 19:25-27; 28:28.

A lo largo de todos estos capítulos, siguieron los argumentos sin que nadie cediera en su posición. Elifaz, Bildad y Zofar, cada uno a su manera y con su propia agenda, no abandonaron su conclusión de que la gente recibe lo que merece en la vida; por lo tanto, lo que sobrevino a Job tenía que ser el justo castigo por sus pecados. Entretanto, Job seguía lamentando lo que le había acontecido, seguro de que no merecía ese sufrimiento. Siguieron altercando, cada “consolador” acusaba a Job de pronunciar palabras vacías y vanas, y Job les respondía.

Al fin, ninguno de ellos, y tampoco Job, comprendieron lo que sucedía. ¿Cómo podían entenderlo? Hablaban desde un punto de vista limitado, que compartimos todos los humanos. Si podemos obtener alguna lección del libro de Job (una que ahora ya debería ser obvia, después de estos discursos), es que, como humanos, necesitamos humildad al hablar de Dios y del modo en que actúa. Podemos conocer alguna verdad, o mucha verdad, pero a veces –como vemos en estos tres hombres– no necesariamente sabemos la mejor manera de aplicar las verdades que sabemos.

Mira el mundo natural que te rodea. ¿Por qué esto solo nos muestra cuán limitados somos en lo que conocemos aun de las cosas más sencillas?

 

Lunes 28 de noviembre:

La entrada de Eliú

Desde Job 26 al 31, el héroe trágico de esta historia, Job, da su discurso final a los tres hombres. Aunque elocuente y apasionado, básicamente, repite el argumento que ha sostenido todo el tiempo: Yo no merezco lo que me ha ocurrido. Punto.

Otra vez, Job representa a las muchas personas sufren lo que no merecen. Y la pregunta, en muchos aspectos la más difícil de todas, es: ¿Por qué? En algunos casos, la respuesta al sufrimiento es relativamente fácil. La gente, claramente, se echa encima los problemas. Pero muy a menudo, y en especial en el caso de Job, eso no es lo que ocurrió, y así la pregunta sobre el sufrimiento sigue en pie.

Al concluir el capítulo 31, Job ha estado hablando acerca de la clase de vida que llevaba, en la que nada de lo que había hecho justificaba lo que le estaba ocurriendo ahora. Finalmente, el último versículo de este capítulo dice: “Aquí terminan las palabras de Job” (Job 31:40).

Lee Job 32:1 al 5. ¿Qué ocurre aquí, y cuál es la acusación de Eliú contra Job y los otros hombres?

Aquí, por primera vez, se menciona a Eliú en el libro de Job. Obviamente, había oído algunas de las largas discusiones, aunque no se nos dice en qué momento apareció en la escena. Debe de haber llegado más tarde porque no se lo menciona como estando con los otros tres cuando fueron a ver a Job al principio. Sin embargo, lo que sabemos es que no estaba satisfecho con las respuestas que oyó durante la parte de los discursos que pudo oír. De hecho, en estos cinco versículos, se nos dice cuatro veces que “se encendió su ira” por lo que había escuchado. En los siguientes seis capítulos, entonces, este hombre, Eliú, procuró dar su explicación sobre lo que él comprendía de los temas que todos esos hombres había analizado a causa de la calamidad que cayó sobre Job.

Job 32:2 dice que Eliú se enojó con Job porque él “se justificaba a sí mismo más que a Dios”, una distorsión de la verdadera posición de Job. ¿Qué debería decirnos esto acerca de cuán cuidadosos debemos ser en la forma en que interpretamos las palabras de otros? ¿De qué modo podemos aprender a tratar de ofrecer la mejor interpretación en lugar de la peor sobre lo que la gente dice?

 

Martes 29 de noviembre:

Eliú defiende a Dios

Se han escrito muchos comentarios a lo largo de los siglos acerca de Eliú y su discurso; algunos ven en él un cambio importante de dirección del diálogo. Sin embargo, realmente, no es fácil ver dónde Eliú añade algo nuevo o fundamental que cambia la dinámica del diálogo. Es más, en su mayor parte, parece que presenta los mismos argumentos que los otros tres habían dado en su intento de defender el carácter de Dios, en contra de la acusación de injusticia con respecto a los sufrimientos de Job.

Lee Job 34:10 al 15. ¿Qué verdades expresa aquí Eliú? ¿De qué manera son paralelas a lo que los otros hombres habían dicho antes? Y aunque sus palabras fueran ciertas, ¿por qué eran inadecuadas para esa situación en particular?

Tal vez lo que podemos ver en Eliú, como en los otros hombres, es temor: el temor de que Dios no sea como ellos creen que es. Quieren creer en la bondad y la justicia y el poder de Dios; y por eso, ¿qué puede hacer Eliú, sino decir verdades acerca de la bondad, la justicia y el poder de Dios?

“Porque sus ojos están sobre los caminos del hombre, y ve todos sus pasos. No hay tinieblas ni sombra de muerte donde se escondan los que hacen maldad” (Job 34:21, 22).

“He aquí que Dios es grande, pero no desestima a nadie; es poderoso en fuerza de sabiduría. No otorgará vida al impío, pero a los afligidos dará su derecho. No apartará de los justos sus ojos; antes bien con los reyes los pondrá en trono para siempre, y serán exaltados” (Job 36:5-7).

“Él es Todopoderoso, al cual no alcanzamos, grande en poder; y en juicio y en multitud de justicia no afligirá. Lo temerán por tanto los hombres; él no estima a ninguno que cree en su propio corazón ser sabio” (Job 37:23, 24).

Si todo esto es cierto, entonces la única conclusión lógica que uno puede obtener es que Job está recibiendo lo que merece. ¿Qué otra cosa podría ser? Eliú, entonces, estaba tratando de proteger su propia comprensión de Dios frente al mal tan terrible que le había sobrevenido a un hombre bueno como Job.

¿Has afrontado alguna vez una ocasión en que sucedió algo que te haya hecho temer por tu fe? ¿Cómo respondiste? Mirando hacia atrás, ¿qué podrías haber hecho en forma diferente?

 

Miércoles 30 de noviembre:

La irracionalidad del mal

Estos cuatro hombres, creyentes en un Dios de justicia, se encontraban en un dilema: cómo explicar la situación de Job de una manera racional y lógica, que fuera consistente con su comprensión del carácter de Dios. Lamentablemente, en su intento de entender el mal que cayó sobre Job, terminaron en una posición que resultó ser equivocada.

Elena de White ofrece un comentario a este respecto. “Es imposible explicar el origen del pecado y dar razón de su existencia. […] El pecado es un intruso, y no hay razón que pueda explicar su presencia. Es algo misterioso e inexplicable; excusarlo equivaldría a defenderlo. Si se pudiera encontrar alguna excusa en su favor o señalar la causa de su existencia, dejaría de ser pecado” (CS 546).

Ella usa la palabra pecado, pero supongamos que la remplazamos con otro término con un significado similar: mal. Entonces la cita diría: Es imposible explicar el origen del mal y dar razón de su existencia. […] El mal es un intruso, y no hay razón que pueda explicar su presencia. Es algo misterioso e inexplicable; excusarlo equivaldría a defenderlo. Si se pudiera encontrar alguna excusa en su favor o señalar la causa de su existencia, dejaría de ser mal.

Muy a menudo, cuando golpea la tragedia, la gente piensa: “No entiendo esto”. O bien: “Esto no tiene sentido”. Esto era la queja de Job todo el tiempo.

Hay una buena razón por la que Job y sus amigos no le encontraron el sentido a todo lo que estaba sucediendo: el mal mismo no tiene sentido. Si pudiéramos comprenderlo, si se adecuara a algún plan lógico y racional, entonces no sería tan malo, porque serviría a un propósito racional.

Considera estos versículos acerca de la caída de Satanás y el origen del mal. ¿Qué sentido tiene su caída? Eze. 28:12-17.

Aquí está un ser perfecto, creado por un Dios perfecto, en un ambiente perfecto. Es exaltado, lleno de sabiduría, bello y cubierto de piedras preciosas; es un “querubín cubridor” que estuvo en el “santo monte de Dios”. Y no obstante, habiendo recibido tanto, este ser se corrompió y permitió que el mal lo dominara. ¿Qué podría haber sido más irracional e ilógico que el mal que vino a infectar al diablo?

¿Cuál ha sido tu propia experiencia con cuán irracional e inexplicable es el mal?

 

Jueves 1 de diciembre:

El desafío de la fe

Los personajes del libro de Job, como mortales que veían “por espejo, oscuramente” (1 Cor. 13:12), actuaron desde un punto de vista muy limitado de la naturaleza del mundo físico y espiritual. Es interesante que, en todos estos debates acerca del mal que afectó a Job, ninguno analizó el papel del diablo: la causa directa de todos sus males. Y aunque ellos pensaban que estaban en lo correcto, especialmente Eliú (ver Job 36:1-4), sus intentos de explicar el sufrimiento de Job no alcanzaron su objetivo. Por supuesto, Job sabía que los intentos de ellos fracasaban.

Aun conociendo el marco cósmico de la historia, ¿de qué modo podemos explicar el mal que le ocurrió a Job? Lee Job 1 a 2:10 otra vez. Aun con todo lo que se nos ha revelado, ¿qué otras preguntas persisten?

En los capítulos iniciales de Job, tenemos algo que ellos no tenían. Sin embargo, los temas siguen siendo difíciles de comprender. No era su mal el que le produjo el sufrimiento a Job; sino que la bondad de Job hizo que Dios lo señalara al diablo. Entonces, ¿la bondad del hombre y su fidelidad a Dios causaron su mal? ¿De qué modo se entiende esto? Y aun si Job hubiera sabido lo que sucedía, ¿no habría él clamado: “Por favor, Dios, usa a otra persona. Devuélveme mis hijos, mi riqueza, mis propiedades”? Job no se ofreció como voluntario para ser probado. ¿Quién lo haría? ¿Era eso justo para Job y su familia? Aunque Dios venció en este desafío con el diablo, sabemos que el diablo no reconoció su derrota (Apoc. 12:12). Cualquiera que sea el bien que resultó de lo que le pasó a Job, ¿valían la pena la muerte de todas esas personas y el sufrimiento de Job? Si nosotros tenemos tantas preguntas, imagina todas que debe de haber tenido Job.

Y aquí hay una de las lecciones más importantes del libro de Job: la de vivir por fe, no por vista; confiar en Dios y permanecer fieles a él, aun cuando no podamos explicar las cosas que nos suceden. No vivimos por fe cuando todo está racionalmente explicado. Vivimos por fe cuando confiamos y obedecemos a Dios, como Job, aunque no tenga sentido lo que sucede a nuestro alrededor.

¿Cuáles son las cosas para las que debes confiar en Dios aunque no las entiendas? ¿De qué manera puedes seguir edificando esa confianza, aun cuando no tengas todas las respuestas?

 

Viernes 2 de diciembre

Para Estudiar y Meditar:

En un análisis con respecto al tema de la fe y la razón, el autor John Hedley Brooke escribió acerca del filósofo alemán Emanuel Kant (1724-1804) y su intento de entender los límites del conocimiento humano, especialmente en lo que respecta a las acciones de Dios. Para Kant, “la cuestión de justificar los caminos de Dios para el hombre es asunto de fe, no de conocimiento. Como ejemplo de una posición auténtica frente a la adversidad, Kant escogió a Job, que había perdido todo menos una conciencia clara. Sometiéndose ante un decreto divino, él estuvo bien en resistir el consejo de amigos que procuraron racionalizar su desgracia. La fortaleza de la posición de Job consistía en saber ahora lo que antes no sabía: lo que Dios pensó que estaba haciendo al acumular desgracias sobre él”.–Science and Religion, pp. 207, 208. Estos hombres en el libro de Job, incluido Eliú, pensaron que podían explicar lo que le sucedía a Job con una sencilla relación de causa y efecto. La causa fue el pecado de Job; el efecto: sus sufrimientos. ¿Qué podía ser más claro, teológicamente sólido y racional que eso? Sin embargo, su razonamiento estaba equivocado, un poderoso ejemplo del hecho de que la realidad y el Dios que creó y sostiene esa realidad no necesariamente siguen nuestra comprensión de cómo opera Dios y funciona el mundo que él creó.

Preguntas para Dialogar:

  1. Como vimos, en los largos discursos acerca de la miserable situación de Job y su causa, no se mencionó al diablo ni una sola vez. ¿Por qué fue esto? ¿Qué nos dice acerca de cuán limitados eran estos hombres en su comprensión, a pesar de todas las verdades que conocían? ¿Qué es lo que su ignorancia podría enseñarnos acerca de la nuestra, a pesar de todas las verdades que tenemos?
  2. “Cuando nosotros mismos nos encargamos de manejar las cosas que nos conciernen, confiando en nuestra propia sabiduría para salir airosos, asumimos una carga que él no nos ha dado, y tratamos de llevarla sin su ayuda. […] Cuando creamos realmente que Dios nos ama y quiere ayudarnos, dejaremos de acongojarnos por el futuro. Confiaremos en Dios así como un niño confía en un padre amante. Entonces, desaparecerán todos nuestros tormentos y dificultades; porque nuestra voluntad quedará absorbida por la voluntad de Dios” (DMJ 85). ¿De qué forma podemos aprender esta clase de confianza y fe? Es decir, ¿qué elecciones hemos de hacer ahora que harán que nuestra fe sea más fuerte o más débil?
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Radio Adventista
1 comment… add one
  • Esta es una leccion de communicacion, gracias e aprendido mucho a lo que se refiere de aprender cuando abrir la boca o mejor cerrarla es mas productivo.

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