Capitulo 5 “El Hombre Moral” – L. James Gibson (Libro complementario de escuela sabatica) Leccion 5 para el sabado 2 de Febrero

El hombre moral

Los seres humanos somos singulares. Mientras los animales a menudo nos sorprenden por lo que pueden hacer, solo los humanos tenemos un lenguaje complejo, podemos pensar en abstracto y tenemos libre albedrío. Sin embargo, la diferencia más im-portante entre la humanidad y los animales es que solo los humanos podemos adorar al Creador. La gente ha sugerido varias razones -que varían desde el azar hasta el propósito divino- en cuanto a la singulari-dad que caracteriza a los humanos. Esto es un tema importante, porque la forma en que nos vemos a nosotros mismos afecta la manera en que nos conducimos; y esto afecta nuestro bienestar, tanto individualmente como en cuanto sociedades.
El concepto bíblico de la naturaleza humana difiere radicalmente de conceptos basados en el naturalismo de la teoría evolucionista y las re-ligiones panteístas. La historia de la creación de Adán y de Eva en Gé-nesis 1 y 2 está plena de propósito, y esto brinda a nuestras vidas una riqueza de significado que no es inherente a los otros conceptos. Nos proporciona información vital para comprender nuestro lugar en el universo.
La historia de la Creación nos dice que Dios concibió a los humanos intencionalmente. 1 No existimos por la suerte o por un accidente. La forma en que Dios creó a los seres humanos revela el valor que él con-sidera que tenemos: él creó a Adán y a Eva personal e individualmente, primero a Adán y luego a Eva; formó a Adán del polvo de la tierra, y luego “construyó” a Eva a partir de una de las costillas de Adán (Géne-sis 2:7, 21, 22). Una personalidad individual es un aspecto importante de la naturaleza humana.
Dios formó a los seres humanos a su propia imagen, lo que significa otro indicador de su consideración hacia nosotros. Luego, les otorgó el “dominio” sobre las demás criaturas, confiándolas a su cuidado. Todos estos aspectos de la narración bíblica son indicadores de la considera-ción especial de Dios por la humanidad que él creó. 2
Los humanos compartimos algunas semejanzas con los animales. Ambos son descritos como “seres vivientes” (néfesh hayyáh> Génesis 1:24; 2:7); hechos del polvo (Génesis 2:7,19); y con “aliento de vida” (Génesis 6:17; 7:22). Ambos tienen sangre, que representa la vida (Gé-nesis 9:4, 5). Pero hay una enorme distinción entre los humanos y los animales: solo la humanidad fue hecha a la imagen de Dios.

“A imagen de Dios lo creó”

Los miembros de la Deidad decidieron hacer al hombre “a nuestra imagen”, 3 y “conforme a nuestra semejanza”. 4 A pesar de las enormes diferencias entre el Creador y los creados, los seres humanos son, en cierto sentido, “como” Dios. Muchas personas se han preguntado qué significa esto, y se han esbozado muchas sugerencias. 5
Ser creados a la imagen de Dios es ser hechos para relacionarse. Dios los creo varón y hembra. Los humanos son seres sociales, hechos para estar en relación. Formamos familias, grupos sociales y sociedades. Tal vez, esta sociabilidad refleja de algún modo las relaciones dentro de la Trinidad. La riqueza de relaciones de la Deidad se demuestra mejor en una relación social, no en un grupo de seres individualistas. 6
Los humanos también tenemos la imagen de Dios en el dominio que Dios nos otorgó sobre las demás criaturas (Génesis 1:28). 7 Dios es el Rey soberano del universo, con todas las cosas bajo su control; no obs-tante, confió a los humanos una autoridad delegada sobre las otras cria-turas. Los humanos son los representantes de Dios sobre esta tierra. Es-te “dominio”, o “mayordomía”, les da a los humanos un atributo simi-lar al de Dios; y es entendido correctamente como un aspecto de la imagen de Dios.
Otro aspecto de la imagen de Dios que poseen los humanos es la creatividad. Dios es el Creador original, y vemos en sus obras una rica exhibición de belleza en forma y color. Esta capacidad creadora y amor por lo bello se refleja, sin embargo, débilmente, en las obras del arte humano y su creatividad. Seguramente, esta expresión es parte de la imagen de Dios.
También podemos considerar el cumplimiento, por parte de la hu-manidad, del mandato de fructificad y multiplicaos; llenad la tierra” como otro aspecto de la creatividad. Dios el Creador dotó a sus criaturas con la capacidad de traer a la vida a personas individuales nuevas. Dios ordenó a las criaturas del mar, del aire y de la tierra que se multi-plicaran también, pero ellos no tienen la capacidad de traer a la existen-cia a personas nuevas; ellos solo pueden producir más animales, no he-chos a la imagen de Dios.
El juicio moral es otra característica de la imagen de Dios que tam-bién poseen los seres humanos. El juicio moral incluye el libre albedrío. Dios confirió a los humanos la capacidad de tomar decisiones para el bien o para el mal; y les enseñó la diferencia. (Analizaremos la morali-dad con mayor profundidad más adelante en este capítulo.)
El trabajo y el descanso constituyen otro aspecto de la imagen de Dios que reflejan los humanos. Dios obra en su mundo, y otorgó a los hu-manos la responsabilidad de trabajar también (Génesis 2:15). Además, así como Dios descansó de su obra el séptimo día, también los hombres deben descansar de su trabajo el sábado, el séptimo día. Cuando los humanos siguen el esquema de trabajar seis días de la semana y des-cansar en el séptimo, están reflejando la imagen de Dios. 8
Finalmente, así como una imagen es similar al original en su forma, la forma humana debe compartir algunas semejanzas con las del Creador. No quiero implicar que Dios tiene cinco dedos en sus manos y sus pies, sino que, de algún modo, alguien que conozca tanto a Dios como a los humanos sería capaz de identificar similitudes en su apariencia.
¿Qué nos dice la forma en que Dios creó a Adán? Dios creó a Adán en dos pasos. Primero, lo formó del polvo de la tierra, y luego sopló en sus narices el aliento de vida (Génesis 2:7). Adán no estuvo vivo hasta que Dios sopló en él el “aliento de vida”. Entonces Adán llegó a ser un alma viviente, un ser vivo. La creación de Adán no fue una conversión de otra forma de vida en un ser humano. Fue una transformación de materia no viva en un ser viviente.
La Escritura no enseña que los seres humanos están constituidos por dos entidades diferentes: un cuerpo animal y un “alma” consciente. Los antiguos griegos desarrollaron este concepto que, desafortunadamente, muchos cristianos añadieron a su sistema de creencias. 9 Adán llegó a ser un “alma viviente”, o un “ser vivo”, cuando Dios le insufló aliento. 10 Cuando Adán pecó, Dios explicó que moriría y volvería al polvo, y que su “aliento”, 11 o vida, volvería entonces a Dios. Los humanos no tienen almas: son almas. La muerte de una persona es la muerte de un alma.
La naturaleza unificada, u holística, de la humanidad se observa, además, en la promesa de la resurrección (Juan 5:28, 29). Las propias palabras de Jesús indican que los muertos, que están “en los sepul-cros”; saldrían de sus tumbas para recibir su recompensa. Los muertos serán levantados con cuerpos espirituales nuevos (1 Corintios 15:42-49), y serán arrebatados para encontrarse con el Señor (1 Tesalonicenses 4:16, 17). La resurrección no significa reunir un alma consciente con un cuerpo terrenal que no tiene conciencia. No hay almas conscientes se-paradas del cuerpo material. La resurrección es una recreación de la persona entera: tanto la dimensión física como la espiritual de esa per-sona. Esas dimensiones son inseparables.

La Creación y la unidad de la humanidad

Los humanos son variados. Diferimos en lo físico y, más importante aún, en idioma y cultura. Dadas esas diferencias, tendemos a compa-rarnos con otros y a clasificar a los demás como inferiores o superiores. Esto es totalmente artificial. En realidad, todos somos descendientes de los mismos padres: Adán y Eva. Adán le dio su nombre a Eva, que sig-nifica “Dadora de vida”, porque ella es la madre de todos los humanos (Génesis 3:20).
Muchas personas se preguntan si las diferencias entre los humanos modernos podrían haber surgido en el corto lapso entre nuestro tiempo y la Creación. Durante cierto tiempo, los biólogos creyeron que los hu-manos y otras especies cambiaban muy lentamente. Más recientemente, se ha descubierto que una especie puede cambiar muy rápidamente, en el transcurso de unas pocas generaciones. 12
Varios agentes afectan la tasa del cambio. Un factor es el grado de aislamiento. En los humanos, el aislamiento puede ser geográfico -debido a la distancia- o puede ser conductual, debido al lenguaje o a di-ferencias culturales. Hasta no hace mucho tiempo, la mayoría de los humanos permanecían cerca de donde habían nacido y se casaban den-tro de su grupo cultural. Esta práctica tiende a la endogamia, y natu-ralmente resulta en la divergencia entre poblaciones aisladas, sean hu-manas o de cualquier otra especie. Con el tiempo, las diferencias se acumulan y finalmente producen variedades distintas o razas. Los hu-manos están sujetos a estos procesos mientras permanezcan en grupos que están asilados unos de otros por la distancia o el idioma. Así, aun-que no tenemos registros históricos del desarrollo de las razas huma-nas, sabemos ahora que tales cambios no requieren de grandes perío-dos para desarrollarse; de hecho, las diferencias entre los humanos son superficiales, comparadas con las de otras especies. Un 93 por ciento de nuestra composición genética se encuentra en todas las razas; las dife-rencias que distinguen a las razas son menores, y comprenden solo un 7 por ciento de nuestros genes. 13
La unidad de la humanidad proporciona una base lógica para el re-conocimiento de que todos los humanos llevan la imagen de Dios. Ver- (laderamente somos todos “de una sangre” (Hechos 17:26). No hay ba-se para que ningún grupo humano crea que es superior a cualquier otro grupo. En el pasado distante, se decía que los hombres judíos da-ban gracias a Dios porque no eran gentiles, esclavos o mujeres. El após-tol Pablo criticó implícitamente esta oración, al señalar que ninguno tiene un favor especial con Dios (Gálatas 3:28). La salvación está dispo-nible sobre la misma base tanto para judíos como para gentiles, escla-vos como libres, hombres o mujeres. La parábola de Jesús del Buen Samaritano (Lucas 10:25-37) presenta el mismo punto: todos los seres humanos son dignos de respeto y de bondad.

La Creación y la moralidad

La Creación proporciona la base para la moralidad. Como seres creados, somos responsables ante nuestro Creador. Él ha provisto las reglas de la conducta moral. Otorgó a Adán el dominio sobre las otras criaturas con la instrucción de “sojuzgar” (kabásh), o gobernar, la Tierra. Dios también asignó a Adán que “labrara” 14 el huerto y lo “guardara”. 15 Esto implica responsabilidad y rendición de cuentas que, combina-dos con el don de la libre elección, son prerrequisitos para la morali-dad.
La moralidad comienza con nuestra responsabilidad frente a Dios el Creador. Como criaturas, debemos nuestra existencia al Creador. Fui-mos creados con un propósito: glorificar a Dios (Isaías 43:7)- Nuestra responsabilidad ante Dios incluye el cuidado y la administración del mundo creado. Dios es bueno, y creó un mundo bueno. Pero, debido a nuestro fracaso moral, el pecado ha corrompido este mundo bueno. Se nos llama a reducir y, tanto como sea posible, revertir los malos efectos del pecado; a alimentar la bondad de la creación y oponernos al mal. Al hacerlo, testificamos de la bondad del Creador.
Nuestra responsabilidad moral, también, se extiende a la manera en que tratamos a los demás humanos, como lo ilustra la historia de Caín y Abel (Génesis 4:2-12). La imagen de Dios está presente en todos los humanos, aun cuando haya sido prácticamente borrada por el pecado. © Recursos Escuela Sabática
Esto significa que la forma en que tratamos a nuestros semejantes reve-la cómo nos sentimos acerca de Dios. Siendo que todos tenemos los mismos primeros padres y todos estamos dotados con la imagen de Dios, deberíamos respetarnos unos a otros y tratarnos unos a otros co-mo miembros de la misma familia. Dios nos instruyó para que demos-tremos ese amor a otros mediante actos de bondad, especialmente ha-cia los débiles: los huérfanos, las viudas y los que tienen desventajas (Deuteronomio 15:7-18). 16 Al hacerlo, permitimos que Dios restaure su imagen en nosotros.
Otro aspecto de la creación y la moralidad es el mandato de ser fruc-tíferos y multiplicarnos (Génesis 1:28). 17 La familia tiene la función de servir como un medio de mantener la imagen de Dios en las personas nacidas en este mundo. Los niños que crecen en una familia fiel, teme-rosa de Dios, serán adiestrados en el desarrollo de su imagen, y tienen la oportunidad de cumplir el propósito divino de dar gloria a él. Las familias que no adiestran a sus hijos adecuadamente, son responsables por la distorsión de la imagen de Dios, que lo deshonra.
Muchos pensadores han tratado de encontrar una base para un sis-tema de moralidad sin referencia a Dios. Aristóteles defendía los prin-cipios que contribuían a una vida feliz y realizada. 18 David Hume pro-puso que la moralidad podría estar basada en el instinto; que, de algún modo, instintivamente preferíamos una conducta moral sobre una in-moral. 19 Emanuel Kant pensó que podíamos determinar los principios morales por medio de la razón y del cumplimiento del deber. 20 Otros han sugerido que la conducta moral está constituida por conductas que resultan ser de gran beneficio para una mayor cantidad de personas. 21
Estas sugerencias recibieron diversos grados de aceptación, pero ninguna de ellas ha tenido realmente éxito como base para la morali-dad, por lo menos debido a tres razones:
Primera, la moralidad está basada en una obligación de cumplir al-guna norma; pero sin un Dios Creador, no existe una norma perdura-ble. Cualquier sistema de moralidad basado en la razón, la preferencia o la felicidad será inestable: lo que una vez fue moral puede llegar a ser inmoral, y viceversa; y lo que contribuye a la felicidad de una persona puede disminuir la felicidad de otra.
Segunda, los sistemas morales ateos fallaron porque no toman en cuenta la naturaleza caída de los humanos. La felicidad humana, la ra-zón y las preferencias no proporcionan una base confiable para la mo-ralidad, porque los humanos son egoístas. Ningún sistema de moralidad que tenga el condimento del egoísmo puede ser estable.
Tercera, estos sistemas fallan porque someten a la minoría a la “tira-nía de la mayoría”. 22 Ningún sistema moral puede durar mucho, cuando una minoría importante se siente oprimida por la mayoría do-minante. La única base objetiva para un código moral duradero es la obligación que uno tiene para con el Creador.

La moralidad y el Creador

Muchas personas han propuesto la idea de que el evolucionismo, y no el creacionismo, proporciona la verdadera historia de los orígenes. Pero, esa evolución tuvo éxito porque Dios guiaba el proceso; no suce-dió por azar. Las teorías de los orígenes que incluyen esta idea básica son ampliamente conocidas como “la creación evolucionista, o la evo-lución teísta”. Algunas teorías de creación evolucionista proponen que Dios creó gradualmente, a lo largo de períodos larguísimos, al guiar la forma en que los organismos se reproducen, luchan por la existencia y mueren. Estas teorías no consideran la muerte como el resultado del pecado; en vez de ello, es el medio que el Creador eligió para traer a la existencia a las criaturas que él quiere. Sugieren que la muerte y el su-frimiento siempre fueron parte de la naturaleza, y que la conducta hu-mana no tiene relación con el mal natural.
Sin embargo, cualquier teoría que hace que Dios sea el arquitecto de la evolución es incompatible con la vida y las enseñanzas de Jesús, así como con el informe bíblico de la Creación. En primer lugar, tal teoría implica que Dios tiene un carácter malvado. El proceso evolucionista, -que se basa en la violencia, el sufrimiento y la muerte- es ampliamente reconocido como malo, 23 de modo que acusar a Dios de guiar la evolu-ción es acusarlo de ser malvado.
Segundo, tales teorías implican que Dios no era capaz de crear direc-tamente lo que quería, sino que fue obligado a hacerlo en pasos gra-duales. Esto hace de él un debilucho, de quien no podemos depender para ayudarnos en respuesta a las oraciones, ni para resucitar a los muertos.
Tercero, la creación evolucionista implica que Dios nos exige una norma moral más elevada de la que él mismo práctica. El dios de la teoría evolucionista usa al fuerte para eliminar al débil, mientras que el Dios de la Biblia espera que los humanos nutran a los débiles, y los condena por oprimir a los que tienen desventajas. El dios del evolucio-nismo es inmoral, según la norma de moralidad demostrada por la vi-
da y las enseñanzas de Jesús, y nadie quedaría satisfecho con un código moral basado en el carácter de tal dios.
En resumen, el dios de la teoría evolucionista no tiene las cualidades del Dios de la Biblia: la omnipotencia, la omnisciencia, la bondad y el amor. En contraste, Jesús demostró estas cualidades; incluyendo el po-der de controlar la naturaleza, como lo evidenció cuando calmó la tor-menta sobre el mar de Galilea (Marcos 4:35-40) y multiplicó los cinco panes y los dos peces (Mateo 14:13-21). Jesús manifestó un carácter mo-ral elevado, e identificó el mal como producto del maligno. 24 La teoría de que Dios se valió de procesos evolucionistas para crear debe ser re-chazada sobre una base moral, entre otras razones. Porque el malvado mecanismo, impelido por la muerte, propugnado por el evolucionismo es incompatible con el Dios de la Biblia, abnegado y dador de vida.

Conclusiones

Adán y Eva fueron creados individualmente, en el sexto día de la se-mana de la Creación. Fueron dotados con características que reflejan, de un modo limitado, algunas de las características del Creador. Se les otorgó el dominio sobre las demás criaturas, una relación sagrada entre ellos, un tiempo especial para la comunión con el Creador y la tarea de administrar el Jardín.
Los humanos son seres integrales, u holísticos, y sus almas consisten en la combinación del aliento de vida dado por Dios y el cuerpo mate-rial. Todos los humanos son descendientes de Adán y de Eva; todos llevan la imagen de Dios; y todos son dignos de respeto y bondad.
Dios nos creó con libre albedrío y nos dio responsabilidad, lo que significa que somos seres morales y responsables frente a nuestro Creador por la manera en que respondemos a él, por la manera en que nos tratamos unos a otros y por la forma en que tratamos con el resto de la creación. La vida y las enseñanzas de Jesucristo, junto con las en-señanzas de los profetas divinamente inspirados, proporcionan la única base para un código moral estable y satisfactorio.

Referencias
1 Esto está implícito en la declaración “Hagamos al hombre […]” (Génesis 1:26).
2 Jesús afirmó esto en Mateo 10:29 al 31; y Lucas 12:6 y 7.
3 En hebreo, tselem, refiriéndose al parecido exterior (Génesis 1:26).
4 En hebreo, demúth, refiriéndose al parecido interior (R. M. Davidson, comunicación personal, 2012).
1 5 Por ejemplo, Clines, D. J. A. “The Image of God in Man,” Tyndale Bulletin
(1968), pp. 53-103; Feinberg, C. L. “The Image of God”, Bibliotheca Sacra 129 (1972), pp. 235-245; Moreland, J. P., The Recalcitrant Imago Dei (Londres: SCM Press, 2009).
6 Ver el capítulo 9 de este libro, para un mayor análisis sobre el matrimonio.
7 Ver el capítulo 10 de este libro.
8 Ver el capítulo 11 de este libro.
9 Agustín, City of God; Aquino, Summa Theologica;
http://michaelbrennen.com(wordpress/wp-content/uploads/2008/10/
augustine_aquinas.pdf descargado de la Web, el 12 de diciembre de 2011.
10 En hebreo, neishemáh, “aliento”. En Génesis 6:17 y en algunos otros textos, se usa la palabra hebrea rúaj “viento”.
11 En hebreo rúaj, “viento”, “aliento”, o “espíritu . Esta presente tanto en los humanos como en los animales (Génesis 7:15, 22).
12 Ver, por ejemplo, Hendry A. P. y M. T. Kinnison, “Perspective: The Pace of Modern Life: Measuring Rates of Contemporary Microevolution” Evolution 53 (1999), pp. 1.637-1-653.
13 Ver Cavalli-Sforza, L. L., Genes, Peoples and Languages (Nueva York: North Point Press, 2000); citado en M. Ridley, Evolution, Malden, MA: Blackwell Science, Ltd. (2004), p. 365.
14 En hebreo, abád, “servir”, “labrar”.
15 En hebreo, shamár, “guardar”, “observar”, “cuidar”, como en “guardar el pacto” (Gé-nesis. 17:9).
16 Cf. Miqueas 6:8; Levítico 19:18.
17 Sobre la creación y el matrimonio, ver también el capítulo 9 de este libro.
18 Ver Ethics, de Aristóteles.
19 David Hume, An Enquiry Concerning the Principles of Morals (1751).
20 Emanuel Kant, Metaphysics of Morals (1797).
21 Ver “Utilitarianismo”, en Wikipedia o en otra enciclopedia.
22 Ver “Tyranny of the Majority”, en Wikipedia.
23 Ver T. H. Huxley, Evolution and Ethics, (1893).
24 Mateo 13:24-30; 13:36-43; 17:18-21; Marcos 1:23-27; Lucas 8:26-39; 13:16; Juan 8:44.

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